El pasado miércoles fue el primer día del verano en el que no se produjo ninguna muerte en accidente de tráfico. Todo un logro en el registro de los siniestros en la carretera que sólo se ha producido otra vez en lo que va de año, el pasado mes de febrero.
En el cómputo estadístico que elabora la Dirección General de Tráfico este dato puede ser una anécdota curiosa para los medios de comunicación, ávidos de material informativo durante el verano, pero tras él se esconde una ardua labor de concienciación, vigilancia y control de las carreteras, campañas informativas y de educación vial.
No obstante, la DGT merece una felicitación por esos datos, prueba más que evidente de que está haciendo bien su trabajo: si echamos mano de las cifras referidas a ese día concreto del año, el 5 de agosto, lo anecdótico se convierte en razón fundada para el optimismo. El 5 de agosto de 1994 hubo 29 muertos en las carreteras; en 1996, 22 muertos; en 2000, 21; en 2003, 18; en 2007, 12; y el año pasado, seis.
Una contundente progresión a la baja que demuestra cómo ha evolucionado el tráfico en España en el pasado más reciente. Mejores carreteras, más concienciación y controles cada vez más severos de los comportamientos negligentes al volante están dando como resultado una circulación cada vez más segura y responsable.
Con todo, y aunque estas informaciones contrastan vivamente con las habituales advertencias de Tráfico por estas fechas para parar la sangría en que se convierten las vacaciones por el incremento de los desplazamientos por carretera, no hay razón para ser autocomplacientes ni para bajar la guardia: una media de seis personas al día perdieron la vida en accidentes el pasado mes de julio, y aunque el siniestro balance sea positivo respecto a los años anteriores, hay que mantener el objetivo de acabar con las muertes, muchas o pocas, que se producen.
