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La solera de un gran maestro

Jueves Flamencos de Cajasol ***Artista invitado: Calixto Sánchez Marín. Guitarrista: Manolo Franco. Entrada: Casi lleno. Sonido: Bueno. Lugar y fecha: Sala Joaquín Turina de Cajasol, 2 de diciembre de 2010.

el 03 dic 2010 / 08:48 h.

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El cantaor de flamenco necesita años, como los buenos vinos. Calixto Sánchez tiene ya los justos para haber acumulado conocimientos, experiencia y vivencias. Su voz ya no es tan brillante y potente como cuando ganó el Giraldillo, pero esa lógica merma de facultades le obliga a bajar a las últimas habitaciones de la sangre para pelearse con el cante, como hizo anoche en las seguiriyas, las suyas, el cante de “la tragedia”.

Con un público que llenó la Sala Joaquín Turina y que se le entregó totalmente, el maestro de Mairena del Alcor se templó en la salida del recital con unas ajustadas malagueñas del Mellizo, dejando claro que esos cantes le duelen. Le sirvieron para encajar la voz en la excelente guitarra de Manolo Franco, quien arrancó los aplausos más espontáneos, con una tanda de soleares muy interesante, destacando en los estilos alcalareños y gaditanos, con evocaciones a Mairena y a aquel genio al que llamaban El Carbonero, que tanto camelaba a su madre, a la que tenía metida en su corazón.

Con la emoción ya en la voz, Calixto Sánchez dejó la técnica a un lado y se dolió en unas magníficas seguiriyas de su propia cosecha, con elementos musicales de El Nitri y unas coplas que ponían la carne de gallina. Hacía tiempo que no escuchábamos quejarse de esa manera al profesor mairenero, en un cante que siempre ha hecho bien porque, entre otras cosas, es de un pueblo seguiriyero.

Después de esa descarga emocional no era fácil adentrarse en los estilos festeros, pero Manolo Franco le tocó por alegrías de una forma que no tuvo más remedio que, a pesar de ser “de tierra adentro”, abrir el tarro de la sal y bordar estos cantes propios que serán siempre una referencia de su importante legado.

Cerró su recital con las inevitables bulerías de la Manolita y una canción de Carlos Cano pasada por el tamiz del gran Chano Lobato, al que tanto echamos de menos.
Entiendo que haya que irse, maestro, pero no se le olvide que el vino de solera es el mejor de los caldos.

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