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La tiranía se lleva en el ADN

Stalin, Hitler, Videla, Pol Pot o Pinochet no sólo compartían regímenes dictatoriales, sino también, posiblemente, características en uno de sus genes. Y es que al final va a resultar que la tiranía es genética. Así al menos lo defiende el investigador israelí Richard P. Ebstein.

el 15 sep 2009 / 05:20 h.

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Stalin, Hitler, Videla, Pol Pot o Pinochet no sólo compartían regímenes dictatoriales, sino también, posiblemente, características en uno de sus genes. Y es que al final va a resultar que la tiranía es genética.

Así al menos lo defiende el investigador israelí Richard P. Ebstein, director del Centro Scheinfeld de Genética Humana para las Ciencias Sociales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, para quien "es evidente que los dictadores son egoístas y puede ser que su falta de interés por los demás tenga un componente genético".

La clave está en el gen AVRP1, que permite la actuación sobre el cerebro de la vasopresina, una hormona que se vincula a la sociabilidad y afectividad de los mamíferos. A más vasopresina, más tendencia al altruismo (y viceversa), es la ecuación ya descubierta por los científicos en 2005.

Nacido en Brooklyn, Ebstein ha dado un paso más al vincular generosidad, características genéticas e incluso quizás dictaduras a partir de las conclusiones de un estudio publicado en el número de abril de la revista científica Genes, brain and behaviour.

Un juego como base. El investigador recurrió para ello al famoso juego del dictador con 203 estudiantes universitarios, que dividió en tiranos y receptores. Los dictadores recibieron cada uno 50 shekels (cerca de nueve euros) para que decidieran libremente si los repartían o no entre los receptores. Algo menos de un quinto se quedó con todo el dinero, mientras que en torno a un 50% dio la mitad.

"Lo interesante del ejercicio es que no existe condicionante alguno para entregar el dinero, como que el otro se encuentre en una situación de necesidad o sea un amigo, por lo que mide el altruismo en estado puro", apostilla Ebstein.

La conclusión del experimento fue que aquellos estudiantes con el promotor (una parte clave del gen) del AVRP1 más largo regalaron de media un 50% más de dinero que sus compañeros con el promotor más corto.

"No es que el gen determine la avaricia o el altruismo, pero sí la distribución de la vasopresina, de forma que una acción generosa pueda generar menos placer en unas personas que en otras", matiza el científico, que emigró de EEUU a Israel en 1968.

Para Ariel Knafo, otro de los integrantes del equipo investigador, es "la primera prueba de que existe una relación entre una variabilidad del ADN y el auténtico altruismo humano".

¿Todo, hasta la generosidad, está entonces en los genes? No para Ebstein, que reconoce también la importancia del ambiente en la formación de la personalidad, en la línea de los biólogos que van más allá del determinismo extremo. "Para mí, el egoísmo, como el comportamiento criminal, es mitad ambiental, mitad genético", estima.

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