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La torre de las mil caras

Lo de Greenpeace del miércoles, con su pancarta y su asalto ecologista, no es nada: a la Torre del Oro le han hecho de todo en los últimos años; unas veces por necesidad, otras por gusto y otras para protestar.

el 16 sep 2009 / 03:56 h.

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Desde que hace 250 años se deci- diera convertir en puerta principal una de sus ventanas, ya cabía barruntar que la Torre del Oro estaba llamada a la excentricidad. El miércoles pasado, unos activistas de Greenpeace ilustraban este claro caso de fatalismo descolgándose desde sus almenas para desplegar una pancarta no contra las torres, ni siquiera contra ésta en concreto, sino como alerta ante el calentamiento global (cosa rara, con el fresquito que hace siempre ahí dentro; todavía si hubiese sido en el Prado de San Sebastián...). Lo hacían excitados por la presencia en Sevilla del Rainbow Warrior, de ahí que se comprenda otra de las rarezas genuinas del monumento: el que en su día tuviese enganchada la cadena más gorda que puedan imaginarse para que no pasara por el río ningún barco enemigo.

 

Los cambios de aspecto y los usos insólitos de esta construcción soberbia se han convertido en una norma de los últimos años tras una etapa de cierta calma, como si la torre conociese ciclos o crestas de extravagancia a lo largo de su existencia, que va ya por los 789 años. Algunas veces ha sido, como en el caso de Greenpeace, con motivo de alguna protesta; ya hubo un grupo de ecologistas que le vistieron de luto los cañones. En otras ocasiones fue por necesidad, para restaurarla. También ha habido intervenciones hechas por gusto. Y todo eso, en menos de diez años.

 

Ni siquiera la Giralda, de la que también han pendido consignas, suicidas y andamios, ha tenido esta vida tan ajetreada: Perdió a su hermana pequeña (la llamada Torre de la Fortaleza, al otro lado del río, que la ayudaba a sostener la cadena de seguridad sobre el Guadalquivir); conoció dos operaciones de cirugía estética, una por cada uno de los cuerpos superiores añadidos con el tiempo); se la condenó a muerte en el siglo XVIII pero no la tiraron por la respuesta ciudadana; fue puesta en venta por los revolucionarios en 1868 para que se usara como material de construcción, cosa que impidieron nuevamente los sevillanos (lo que no pudieron evitar fue que destrozaran su envoltorio de azulejos dorados que la hacían única en todo el mundo); fue almacén, cárcel, picadero real, capilla dedicada a San Isidoro y, ahora, bonito y recogido museo naval.

 

En los últimos cinco años, la Torre del Oro, al cabo de un siglo XX repleto de restauraciones, ha estrenado imagen con su nueva iluminación y, sobre todo, tras la restauración integral que le ha devuelto la juventud. En esta página están algunos de esos jalones para solaz de los curiosos:

 

1. 17 de octubre de 2008. Iluminada con luces rosas por el Día Internacional contra el Cáncer de Mama.

 

2. 17 de noviembre de 2004. Envuelta en una llamativa lona multicolor para ocultar las obras de restauración.

 

3. 22 de junio de 2005. La Torre del Oro estrena su nueva iluminación nocturna.

 

4. 30 de junio de 2005. Tras medio año de tratamiento intensivo y de limpieza a fondo, el monumento presenta esta rejuvenecida imagen.

 

5. Frustrado intento de unos activistas de Greenpeace de desplegar una pancarta contra el calentamiento global, aprovechando la presencia del Rainbow Warrior en el río.

 

6. 16 de abril de 2003. Escenario de la protesta de Ecologistas en Acción, algunos de cuyos miembros vistieron de luto los cañones en señal de duelo por la guerra de Irak.

 

7. 14 de noviembre de 2004. Insólita estampa, con la torre iluminada y forrada de andamios recortándose en el cielo.

 

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