Cultura

La tragedia se perdió en el canto

Las Bacantes supone un hermoso ejercicio de reflexión sobre la venganza y las consecuencias trágicas que conlleva transgredir ciertos límites. Pero por desgracia este montaje no llega a reflejarlo.

el 01 ago 2014 / 19:33 h.

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Obra: Las Bacantes ** Lugar: Teatro Romano de Itálica, 31 de julio Compañía: Sennsa Teatro Autor: Eurípides Versión, espacio escénico y dirección: J.M. Mudarra Intérpretes: Javier Martín, Ángela G. Olivencia, Thais N. Izquierdo, Sandra Pozo, Marta Díez, Shaula Lasarte, Eva Losada, Rocío Celas, Juanra Real, Daniel Serrano, Amelia Flores. Las Bacantes supone un hermoso ejercicio de reflexión sobre la venganza y las consecuencias trágicas que conlleva transgredir ciertos límites. Pero por desgracia este montaje no llega a reflejarlo. Y es que, al dividir simbólicamente la obra en cantos, en vez de en escenas, Mudarra presta más atención al tratamiento formal que al contenido, y eso que se empeña en enriquecer la historia de Eurípides con textos de Camus, Kierkegard, Isaias y Kundera. Lástima que el contenido filosófico de dichos textos se pierdan debido a una puesta en escena donde prima el trabajo físico, la expresión corporal y un espacio físico y sonoro que remite a los primeros montajes de Atalaya, la compañía sevillana liderada por Ricardo Iniesta, que desde sus inicios se volcó en dar a la tragedia clásica un tratamiento contemporáneo mediante el uso de las escenografías móviles y un trabajo de interpretación basado en la partitura física de movimientos. De la misma manera aquí el trabajo corporal conforma el eje fundamental de la interpretación y los intérpretes declaman los textos haciendo que sus voces se conviertan en un elemento más del trabajo corporal. Debido a ello el relato adquiere un tono frío y superficial que no alberga ni la sensualidad ni el paroxismo que propone la tragedia. No obstante, las actrices que conforman el coro delimitan imágenes hermosas y en algunas escenas consiguen elevar la tensión con el desenfreno de sus cuerpos, sujetos siempre a un ritmo muy marcado al que ellas se entregan con rigor. El espacio escénico consigue dar un tono espectacular al montaje, y teniendo en cuenta la gradiosidad del escenario y las múltiples entradas y salidas de escena de los actores y actrices, el ritmo del espectáculo es bastante fluido, aunque el montaje alarga su duración en exceso, sobre todo teniendo en cuenta que toda la primera media hora no es más que una introducción.

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