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La última noche de Ángel González

Tengo una foto en El Escorial, de hace quince años, junto a Ángel González. Él, recién llegado de Albuquerque, hojea el primer número de la revista Caleta, que acabámos de fletar en Cádiz...

el 14 sep 2009 / 22:35 h.

Tengo una foto en El Escorial, de hace quince años, junto a Ángel González. Él, recién llegado de Albuquerque, hojea el primer número de la revista Caleta, que acabámos de fletar en Cádiz; yo aparezco como un pipiolo feliz retratándome junto a uno de mis ídolos. Por entonces estaba convencido de que formar parte de la poesía española era emborracharse con cada uno de sus popes vivos: José Agustín Goytisolo, Caballero Bonald, Quiñones, Brines, Claudio Rodríguez y Pepe Hierro, que aunque mayor en edad, no iba a la zaga en lo que a gustos dionisíacos se refiere, esa querencia por la botella que dio a la Generación del 50 el ingenioso sobrenombre de Cosecha del 50.

De Ángel González aprendimos que era factible cantar al amor y a lo cotidiano desde la sencillez, que la poesía tenía que comprometerse con las grandes utopías como con las pequeñas cosas. Como Benedetti, se propuso demostrar que de la grisura burocrática también podía brotar la belleza. Al asturiano le debemos muchas lecturas memorables, pero yo guardo en mi devocionario personal dos textos especiales. Dato biográfico, con el que me he reído a carcajadas, y Me basta así, uno de los diez o doce mejores poemas amorosos del siglo XX español, con el que muchos hemos intentado ligar infinidad de veces: si no lo logramos fue por torpeza nuestra, no de los versos.

Pero prefiero recordarlo en la noche de El Escorial, no investido de la púrpura académica, sino triunfante en un sórdido karaoke, batiéndose en retirada después de emular dignamente a Nino Bravo o a Perales. Yo quería poder decir que me habían dado las claras del día a su lado, de modo que le espeté: "¡Ángel, no se vaya, la noche aún es joven!". Él me miró por encima de sus gafas y replicó en tono condescendiente: "Hijo mío, la noche es muy vieja". Una noche anciana que, como dice en otro de sus poemas, todavía resplandece como la luz del día.

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