Con los testimonios de los cuatro adultos acusados en el crimen de Marta del Castillo aún rondándonos la cabeza, llegó el momento de escuchar a la otra parte, a los padres de la víctima, y a todos los testigos que puedan aportar algún elemento para esclarecer el caso. O no. Tras escuchar a los primeros testigos, esta semana ha quedado claro que el tribunal tendrá que desenredar toda una madeja de horarios imprecisos, coartadas y declaraciones para poder dictar una sentencia coherente. Lamentablemente, por ahora lo único que ha quedado claro en el juicio es el "inmenso dolor" de una familia que a estas alturas no sabe qué le ocurrió a su hija ni dónde está su cuerpo. Un doloroso detalle, que poco parece importar a los que se sientan en el banquillo.
Ni el careo entre Miguel Carcaño, el asesino confeso, y Samuel Benítez, el que fuera su amigo y supuesto encubridor, sirvió para lograr algún dato. Ni siquiera el hecho de haber escuchado el escalofriante testimonio de los padres de la chica, Antonio del Castillo y Eva Casanueva, el daño que les ha causado cada versión que han tenido que escuchar y como recuperar "lo que quede del cuerpo" de la joven les aliviaría el dolor. Carcaño, en su papel, le pidió a Samuel "que digas dónde está Marta", con lo que sólo logró una discusión que no llevó a ninguna parte.
Y si esta diligencia aportó poco, menos aún la declaración del Cuco . El que fuera menor, que parecía más preocupado por colocarse bien su larga cabellera, declaró como testigo con obligación de decir la verdad tras conocer días antes su condena en firme por un delito de encubrimiento. Según dicha sentencia, el que fuera menor colaboró con Carcaño para deshacerse del cuerpo, pero en el juicio negó, incluso con chulería, que supiera dónde está Marta. "Si yo lo supiera ya lo habría dicho hace tiempo, y si lo quiere saber pregúntele a Miguel", contestó al abogado de la acusación particular que casi le imploró no que diga dónde está el cadáver, sino "un dato", uno solo que lleve hasta él.
No obstante, la sensación en la sala es que su testimonio es poco creíble. Como ya también dijera su buen amigo Samuel, el Cuco alegó que un principio confesó que el 24 de enero de 2009 fue a León XIII con el coche de su madre para sacar el cuerpo de Marta del piso por "presiones policiales". "Iban a meter a mi madre", señaló, ante un incrédulo fiscal que le preguntó por qué no lo denunció a su abogado. El Cuco se mostró dubitativo, tenía que pensar muchas respuestas y cuanto más acorralado se veía más chulesca era su respuesta, hasta el punto que el magistrado le tuvo que decir que "contestara con el mismo respeto y educación que estaba siendo tratado" por los letrados.
En la sala se visionó la primera de las reconstrucciones del crimen en el piso de León XIII, en la que participó el Cuco. El joven ofreció numerosos detalles de su participación, como que cuando entró en el salón pudo ver "un bulto" que Miguel había envuelto y se afanaba en "precintar". Llegó a explicarle a la Policía que incluso en un principio pensó que se trataba "del hermano de Miguel" porque ambos se llevaban muy mal y creyó que Carcaño "pudo matarlo". Un relato que no cuadra con que su declaración se limitó a asentir a lo que le iban diciendo los agentes.
Eso mismo fue lo que dijo Samuel Benítez cuando declaró la semana pasada. Sin embargo, el miércoles fue el turno de la agente que le interrogó cuando fue detenido. Una policía que pertenece al Grupo Central de Homicidios, que vino desde Madrid para investigar el crimen, y que fue muy contundente: "fue una declaración espontánea y con la presencia de su abogado". La agente dejó claro que en ningún momento se le indicó en un papel el lugar que tenía que señalar como el punto en el que lanzaron a Marta al río. "Por eso se le lleva hasta el lugar para que él lo indique", dijo. Otro agente, también fue claro: "en absoluto, no trabajamos así".
La versión de Samuel se desmorona con este testimonio, aunque habrá que esperar a los testigos que él dice tener. También lo hizo la de María García, novia del hermano de Miguel, quien reconoce estar de madrugada en el piso, pero no oyó nada. Dos testigos dijeron que fue pasada la 1.15 horas cuando vieron a Miguel con una silla de ruedas en el portal de León XIII, pese a los intentos de la defensa de enredarlos y para que acabaran admitiendo que no fue a esa hora, sino pasadas las 21 horas. No lo lograron.