Los colegios andaluces reparten tres comidas al día a niños cuyas familias han sido golpeadas por la crisis y no pueden atender las necesidades más básicas de sus hijos. Esta situación no es exclusiva de los centros escolares. En la Universidad de Sevilla ya hay estudiantes que han pedido poder llevarse el segundo plato del menú diario que se les subvenciona para poder llevárselo a casa y así poder hacer una cena en condiciones. Y la Universidad está buscando cómo poder hacerlo. La directora del Servicio de Servicio de Atención a la Comunidad Universitaria (SACU), Ana López, desgranó en el transcurso de la conferencia Cáritas. Empobrecidos en la Universidad de Sevilla organizada por el aula del Servicio de Asistencia Religiosa algunos datos con los que empieza a confirmarse lo que hasta ahora era una suposición con fundamento: la tijera a la política de becas, el subidón de los precios de matrícula, el paro y las drásticas rebajas salariales están detrás de los miles de universitarios que corren el riesgo de tener que salir del sistema al no poder pagarse los estudios. Desde que la crisis económica se manifestó con toda su crudeza en el curso 2010/2011, la Universidad de Sevilla ha servido en sus comedores un 107% más de comidas, pasando de 9.660 en aquel entonces a las 20.000 comidas previstas para este curso. Aunque se sirven más comidas, no se conceden más bonos comedor. De hecho, frente a los más de 800 de 2008/2009, el curso pasado se repartieron 583. «No se dan más bonos pero se agotan las comidas que se pueden servir porque hay verdadera necesidad», apostilló Ana López. No son los bonos comedor los únicos programas de apoyo. En el caso de las ayudas sociales extraordinarias aquellas que se conceden para evitar que el estudiante se vea abocado a dejar la Universidad, el SACU ha pasado de las 377 dadas en 2008 a 1.068 el pasado curso, y está negociando con empresas de transporte como Damas, Alsa y Renfe, entre otras, con el fin de que éstas ofrezcan descuentos a estudiantes con serios problemas económicos. La lista de datos, estadísticas y comparativas con las que poder poner rostro a la situación de miles de estudiantes es larga y profusa. Pero no dejan de ser eso, listas. Números tras los que se esconden casos concretos, como el del estudiante que no puede pagarse una plaza de residencia universitaria y tiene que hacerse todos los días cientos de kilómetros. «Esto repercute directamente en su rendimiento. Al final, tiene que matricularse de pocas asignaturas y con ello alargar su estancia en la Universidad», señaló la directora del SACU. De hecho, donde antes había lista de espera para poder tener una habitación en una residencia universitaria (por entre 500 y 700 euros mensuales) ahora hay plazas muertas de risa. La crisis también ha vaciado las modernas y novísimas residencias universitarias que crecieron como setas para atender lo que era entonces una urgencia inaplazable. Pero las familias, por muy desesperada que sea su situación económica, se resiste a que el joven abandone su formación. «Esto genera una frustración enorme. Además, están convencidos de que los estudios superiores son su futuro, son el pasaporte a una vida mejor», subrayó Ana López. Y lo es, aunque los efectos de esta devastadora crisis también les impactan de lleno. Nicolás Martínez Conde, director voluntario de formación de Cáritas Diocesana y orientador en el Instituto Sevilla Este, desbrozó el último informe de la Fundación Foessa y Cáritas, Análisis y Perspectivas 2014, en el que, entre decenas de datos a cada cual más dramático, se recoge que un 7% de personas con estudios superiores vive en riesgo de exclusión social como consecuencia de la crisis. Seis años de ruina económica dejan una clase media dinamitada, una brecha social que crece a pasos agigantados y once millones de personas en la más absoluta de las pobrezas, a las que la familia y las redes sociales son lo único que las puede rescatar. «Es el germen sobre el que pivotará la recuperación económica», sentenció el director voluntario de formación de Cáritas Diocesana, para el que la institución no se limita a hacer caridad. «Desde Cáritas y la Iglesia trabajamos para que la situación revierta. Es de justicia. No podemos quedarnos en esa imagen asistencial de Cáritas». En este punto abundó el responsable del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla, Álvaro Pereira, que, ante los que critican el giro hacia el asistencialismo para paliar los recortes en políticas públicas, defendió que el centenar de ayudas tramitadas desde Cáritas, la Hermandad de los Estudiantes y la Fundación Persán son una «respuesta» donde «otros no llegan». «No competimos con becas del ministerio. Somos una acción social de la Iglesia».