Cofradías

‘La Valiente’ de Triana lució como nunca

La hermandad cumplió su 450º Domingo de Ramos.

el 28 mar 2010 / 20:54 h.

Primer plano de la Virgen de la Estrella.

Una emoción no traducible en palabras invadió la calle San Jacinto cuando se intuyó que la Virgen de la Estrella iba a salir de su capilla trianera. Una hora antes, a eso de las cinco y media, había tomado ya la luz de Sevilla y la brisa del Guadalquivir el Cristo de las Penas a hombros de los 48 costaleros dirigidos por Manuel Vizcaya.

El paso, engalanado con flores rojas y moradas, era todo luz, todo devoción, todo intensidad: el brillo del oro y el azul definitivo de la capa del romano se abrazaban en la mirada con el celeste del cielo en una imagen que sólo podía corresponderse con lágrimas de devoción y entrega; las lágrimas de un viaje tan profundo como el del Cristo de las Penas por las calles de Sevilla. Ya estaba fuera, bajo el sol, la primera cofradía de Triana de la Semana Santa, la Estrella, que ayer hacía su 450 estación de penitencia en un Domingo de Ramos.

San Jacinto estuvo a rebosar nada más comenzar la tarde. La ocasión lo merecía más que nunca, no sólo por el aniversario de esta hermandad que cuando nació "América era una niña pequeña", como se oyó decir a un cofrade en Triana.

La espera tendría más recompensas, dos estrenos y otro aniversario: todas las miradas esperaban contemplar a la luz del Domingo de Ramos la restauración del paso de misterio y de la Virgen de la Estrella y el palio de Rodríguez Ojeda, que mostraría nuevas corbatas al cumplirse el centenario de su adquisición a la Macarena.

Y los aniversarios estuvieron en la mente y en el corazón de Manuel Vizcaya, cuando, en la primera levantá en el interior de la capilla quiso tener un recuerdo emocionado a "todos los hermanos que están ahora y que han pasado por la Estrella".

Tanta aglomeración debía verse desde fuera de la bulla que un sinfín de turistas se incorporaron y se fundieron en ella para agrandar el alma y la solemnidad de la espera.

No se cabía en Triana, en la primera Semana Santa en San Jacinto tras su peatonalización. La tarde avanzaba y la expectación era máxima y fue entonces cuando el Cristo de las Penas salió a San Jacinto, con su paso lento, casi detenido, como se detuvo el tiempo en Triana para ver y sentir al Señor, y aún estaba presente la emoción de este primer paso cuando se hizo silencio en la calle... eran las seis y media de la tarde... iba a salir la Virgen... "¡Vamos a dar una lección de cómo habla la Estrella con todos sus hermanos!", gritaba en la capilla al borde del paso el capataz José González Luna... "¡Viva la Estrella!"... "¡Con mimo, como Ella se merece!", decía... "¡Despacio, despacio!"... "¡Que no quiero verla fuera!"... Y otra vez: "¡Que no quiero verla fuera!"... La calle estaba ya en sombras, y en esas sombras brillaron imponentes las flores blancas del paso de la Virgen de la Estrella.

Olía a Triana y a Jerusalén y a desierto porque el paso de la Estrella salió con el aroma del incienso traído desde Yemen por una hermana de la cofradía.

Y así salió de su capilla la Virgen, despacio, a hombros de 38 costaleros que estaban una eternidad en cada losa en la puerta misma de la casa de la Estrella... como Ella se merece... como quiso José González Luna... a lomos de emoción y silencio... Como la hubiera llevado su propio Hijo.

 

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