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La Vendetta desangra al Calcio

La mecha se encendía el pasado domingo en una perdida gasolinera de la Toscana, pero la bomba estalló por toda Italia. La bala de un Policía acabó con la vida de un tifosi del Lazio que peleaba con otros de la Juve, y todos los violentos le declararon la guerra al Estado. Vendetta.

el 14 sep 2009 / 20:17 h.

La mecha se encendía el pasado domingo en una perdida gasolinera de la Toscana, pero la bomba estalló por toda Italia. La bala de un Policía acabó con la vida de un tifosi del Lazio que peleaba con otros de la Juve, y todos los violentos le declararon la guerra al Estado. Vendetta.

La desaparición violenta de un chico de 26 años siempre es una terrible noticia. Pero las consecuencias pueden serlo más si el caldo de cultivo lo propicia. Gabriele Sandri, un popular DJ de Roma aficionado incondicional de la Lazio, encontraba este pasado domingo la muerte en un área de servicio de Baria al Pino, cerca de Arezzo, en la Toscana. Un encuentro fortuito entre hinchas de la Lazio y de la Juventus acabó en reyerta y la Policía del lugar tuvo que intervenir trágicamente.

Sandri y sus amigos iban camino de Milan, para ver el Inter-Lazio. Los tifosi de la Juve salían de Nápoles para ver en Parma a su equipo. Se encontraron fatalmente en el centro de Italia. La pelea no se hizo esperar. Llegó la Policía y un agente, ahora destrozado por el trágico accidente, disparó su arma reglamentaria dos veces, dice que para intimidar, pero uno de los proyectiles acabó en el cuello del desafortunado tifosi, que se encontraba metido en el coche que ya no llegaría a Milan. La Fiscalia, según los abogados de Sandri, va a acusar al Policía (LS) de homicio voluntario, después de las primeras pruebas periciales y las declaraciones de los testigos.

La noticia voló por toda Italia, país especialmente preocupado por la violencia en el fútbol por muchísimos desagrables pasajes y, más recientemente, por la muerte de un Policía siciliano el pasado dos de febrero, en los incidentes posteriores a un Catania-Palermo. Los más radicales, los que agreden por el fútbol o por lo que haga falta, creyeron encontrar el pretexto que no necesitan para desatar su ira y le declararon la guerra al Estado. Su particular vendetta. Policías heridos, asaltos a Comisarias y hasta la mismísima sede del CONI fue destrozada.

El agravio

La razón de los que no razonan fue que cuando mataron al policía siciliano se paralizó el calcio y que, sin embargo, las administraciones no tomaron la misma determinación cuando el fallecido fue un tifosi. Ese supuesto agravio fue rentabilizado por los violentos. "La muerte es igual para todos", rezaba una pancarta en el Parma-Juventus. El Inter-Lazio se suspendió. Los encuentros que sí se jugaron comenzaron diez minutos más tarde, en señal de luto. Todos los jugadores en el resto de campos salieron con brazalete negro, todos menos el milanista Clarence Seedorf. Pero en Bérgamo no acataron la orden. Los tifosi más radicales del Atalanta, que jugaba con el Milan, cuando se llevaban consumidos siete minutos de juego, consiguieron romper las vallas de seguridad e invadir el terreno de juego, provocando evidentemente la suspensión del mismo. Lo mismo ocurrió en un partido de la C1, en el Taranto-Massesse.

Tal y como se estaba poniendo la noche, las autoridades decidieron suspender el último encuentro de la jornada, además en Roma, entre el conjunto local y el Cagliari.

Se iba a la caza del Policía, porque lo que había en el fondo era un desafió al Estado. Los radicales entienden que están en una guerra abierta contra la Policía, y desde el Estado se les empieza a considerar terroristas más que ultras.

En Roma, donde los incidentes fueron más graves, se vivieron escenas más propias de países inmersos en conflictos bélicos. Miles de Policías por las calles tratando de controlar a los ultras de Lazio, el equipo de Sandri, y de la Roma, enemigos irreconciliables de toda la vida, pero unidos en pos de desafiar a toda autoridad que quisiera controlarlos. Fue necesario desplegar todos los recursos posibles porque eran atacados de forma organizada.

Medidas estériles

Y lógicamente aparecen en acción los políticos. Se prometen medidas. Se quiere impedir todo desplazamiento masivos de aficionados para evitar los enfrentamientos. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. En 2005, por ejemplo, se aprobó el conocido Decreto Pisanu, que recogía una serie de medidas para luchar contra la violencia en el fútbol, como la emisión de billetes nominales, eliminación de entradas sin asiento, utilización de tornos en la entrada a los estadios, registro a los espectadores en la entrada al estadio e instalación de cámaras de circuito interno en el estadio. Sin embargo, este decreto no se aplicaba. Sólo cinco estadios de la Serie A (Olímpico de Roma, Luigi Ferrari de Génova, Olímpico de Turín, Franchi de Siena y Barbera de Palermo) cumplían. Se pusieron serios en el cumplimiento de las normas cuando había sangre. Cada vez que se produce un hecho irreparable se suma una medida más, pero con el paso del tiempo se cae en los mismos errores. Y es que no es fácil combatir desde el fútbol algo que va mucho más allá. ¿Cómo se acaba con la violencia? Nadie lo sabe. Tampoco en el fútbol.

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