Cultura

«La voz de la literatura siempre fue masculina, blanca y hetero»

Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1948) vuelve a la novela con Ganas de hablar, una obra que acaba de ver la luz en el sello Tusquets, y en la que refleja con su justa carga de humor y dramatismo la vida de Cigala, un arquetípico mariquita de pueblo que esconde muchas verdades en sus bolsillos. (Foto: Gregorio Barrera).

el 15 sep 2009 / 00:44 h.

Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1948) vuelve a la novela con Ganas de hablar, una obra que acaba de ver la luz en el sello Tusquets, y en la que refleja con su justa carga de humor y dramatismo la vida de Cigala, un arquetípico mariquita de pueblo que esconde muchas verdades en sus bolsillos.

El escritor enfocó Ganas de hablar como "una novela sobre la supervivencia, con un protagonista que ha tenido que hacer muchas concesiones para ser aceptado, y con otro protagonista que es el lenguaje coloquial". Como insinúa el título, Cigala -un hombre que hace la manicura y da terapéutica conversación a sus clientas, y al que su localidad acuerda un buen día poner su nombre a una calle- habla por los codos, primero en un tono enormemente divertido y poco a poco extrayendo cosas más duras.

"El lenguaje escrito andaluz puede ser culto y barroco, pero el coloquial cae muy bien por ahí afuera y ha abierto puertas a mucha gente, como sucede con mi personaje", comenta el escritor sanluqueño. "Es en sí mismo una manera de vivir, de hacer frente a las cosas".

A lo largo de su obra, y como hicieron Ángel Vázquez en La vida perra de Juanita Narboni o Fernando Quiñones en Las mil noches de Hortensia Romero, Eduardo Mendicutti ha querido dar voz a la gente que nunca la ha tenido. Así, en Una mala noche la tiene cualquiera, el personaje central era un travesti andaluz, y en El palomo cojo se trataba de un niño que echa mano de los recursos verbales de sus mayores. "La Historia la escriben siempre los vencedores, y hasta ahora la voz dominante de la Literatura ha sido siempre masculina, occidental, blanca y hetero. Hasta ahora, el marquita de pueblo no ha tenido la oportunidad de contar con su propia voz".

Por otro lado, Mendicutti denuncia el hecho de que "ahora todos hablamos como electrodomésticos, da igual la clase social, la condición o la cultura que se tenga. Hay un pudor por el uso de los localismos, y un obrero y un profesor dicen las mismas cosas con las mismas palabras, las que dictan los medios de comunicación", lamenta. "El lenguaje localista de Arniches ya no se usa en Madrid, pero en Andalucía hay todavía mucha gente que habla como mi novela".

Por último, Mendicutti hace notar que "una persona como el Cigala ha tenido una gran protección en sus círculos cercanos, pero en el fondo, si hay algún conflicto, todo ese cariño se va al garete. Esos personajes han existido desde hace mucho en primera línea de visibilidad. Ahora parece que los gays son sólo chicos jóvenes y guapos, o bien mayores respetables, con pareja de años. Se tiende a rechazar a personajes que han estado ahí, dando la cara, y ahora me parece injusto pensar que han sido perjudiciales para la respetabilidad del colectivo. He querido hacer una novela contra el silencio insano, que es fruto de la imposición, la cerrazón o la marginación", apostilla.

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