La vuelta al campo, entre la necesidad y la devoción

Una corriente de vuelta al terruño recorre este pueblo asolado por el paro. El Ayuntamiento alquila las 60 hectáreas del fracasado Agrópolis a jóvenes agricultores en busca de una oportunidad.

el 06 oct 2013 / 23:24 h.

El joven palaciego José Antonio Falcón, en el algodonal con el que ahora se gana la vida. El joven palaciego José Antonio Falcón, en el algodonal con el que ahora se gana la vida.

En el último lustro, la crisis ha cambiado la realidad hasta límites inimaginables, y en Los Palacios le ha dado la vuelta radicalmente al panorama laboral. Si en 2008 el paro era anecdótico y la juventud ni siquiera había pisado el campo de sus padres para dejarse engatusar por los cantos de sirena del ladrillo, ahora, con 38.000 habitantes y casi 6.000 parados, es el campo quien ofrece oportunidades realistas a cientos de jóvenes que vuelven al terruño y al invernadero. Muchos han encontrado acomodo en las explotaciones familiares, pero otros, varias decenas, han asumido el reto de regenerar las tierras municipales, que llevaban una década abandonadas.

El Ayuntamiento palaciego, gobernado en minoría por el partido de Juan Manuel Valle, IP-IU, ha sido pionero en poner en práctica, de alguna manera, el proyecto del banco público de tierras que sus correligionarios pretenden desarrollar desde el gobierno andaluz, aunque se choque con las reticencias del PSOE. Este consistorio ha sorteado públicamente el alquiler de las tierras de El Palmar –a tres kilómetros del núcleo urbano, en dirección a La Corchuela–, el mismo suelo que durante la época del boom iba a acoger Agrópolis, aquella área de oportunidad del Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (Potaus) que se quedó en nada.

Hasta 2011, cuando el anterior gobierno del PSOE perdió las elecciones después de un cuarto de siglo, pervivía la esperanza de que Agrópolis convirtiera la agricultura tradicional en un parque de empresas relacionadas con la agroindustria, la investigación, los regadíos y las compañías de distribución y logística. Pero todo se quedó finalmente en papel mojado, o más bien en banderolas publicitarias arrasadas por el viento, porque fue lo único palpable en años de negociación entre el Ayuntamiento, que poseía el 60% de las 87 hectáreas, y una junta de compensación de particulares que nunca creyó en el proyecto, a pesar de la promesa de 42 millones de euros de la Junta en aquel entonces.

Perdidas las esperanzas de inversión alguna, el Ayuntamiento sorteó el pasado mes de febrero este suelo municipal: 13 lotes de invernaderos de 3.000 metros cuadrados y otros 15 lotes de tierra de tres hectáreas y media cada uno. Los primeros afortunados tuvieron que invertir lo que no tenían en plástico para techar. Los segundos se encontraron con tierras abandonadas a la mala yerba que incluso había que nivelar. Pero como menos da una piedra, la veintena larga de agricultores que tuvieron suerte en el sorteo, al que se presentaron un centenar de solicitudes, asumieron un alquiler para tres años, y prorrogable.

Quienes alquilaron dos invernaderos –la mayoría, de 1.500 metros cada uno– han de pagar 400 euros anualmente. Quienes se han quedado con tres hectáreas y media de tierra, pagan entre 700 y 1.900 euros al año, en función de la fertilidad del terreno. Unos han optado por ir sembrando los frutos del tiempo, otros se han decantado por el algodón, otros por la alfalfa y otros por los tomates y calabacines bajo plástico, pero todos son conscientes de que en esta primera campaña apenas sacarán para los gastos, entre ellos la cuota de la deuda del suministro de agua que el Ayuntamiento mantenía con la comunidad de regantes y que ya superaba los 50.000 euros.

Si el campo se ha puesto de moda como necesidad, también lo ha hecho como devoción o capricho de fin de semana. El propio Ayuntamiento trabaja en la instalación de unos huertos sociales en unos terrenos municipales anexos al Parque de las Marismas, con la intención de divulgar la agricultura tradicional entre amantes de lo ecológico y escolares. A finales del año pasado, consiguió una partida de 81.500 euros, provenientes del antiguo PER, para la creación de estos huertos, en cuyos terrenos, hasta ahora baldíos, se trabaja actualmente para acondicionarlos.

Quien ya tiene un terreno preparado, con oportunas instalaciones, nombre, web y estatutos de asociación, es Francisco Delgado, el responsable de la iniciativa Eco Huertos Los Palacios. Se trata de una parcela de 2.500 metros cuadrados, dividida en huertos de 42 metros, en la zona conocida como La Espartalera. El objetivo de este emprendedor palaciego es “darle la vuelta a la idea que se tiene en el pueblo de campo para trabajar y sufrir, y contemplar el huerto como un relax o como un hobby”. Aunque el proyecto funciona todavía con amigos, la idea es que en torno a medio centenar de socios se hagan cargo de los huertos a cambio de 25 euros al mes cada uno. “Mi pretensión no es hacer negocio”, asegura Delgado, palaciego de familia agricultora que reconoce lo difícil que es “vivir del campo”.De hecho, él trabaja en la cooperativa Frupal, pero pretende conseguir un uso “lúdico y agradable” al terreno que heredó de su padre con gente dispuesta a sembrar y consumir sus propios productos.

“Con los tomates o las lechugas que se lleven a casa ya tienen más que rentabilizados los 25 euros y a mí me daría para hacer frente a los gastos”, asegura Delgado, que piensa no sólo en paisanos de su pueblo, sino de la capital, de Bellavista o Dos Hermanas, que “en diez minutos se plantan en su huertecito”. “Los fines de semana incluso pueden venirse con la familia y disfrutar de una barbacoa”, imagina.

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