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Lachenman pone el broche a Musicadhoy 2011

el 24 jun 2011 / 19:45 h.

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En los estertores de la temporada musical 2010/2011 las dos últimas grandes no, grandísimas citas, que el calendario cultural de Madrid depara se ha querido, casualidad o no, que estén consagradas a la mejor música de la segunda mitad del siglo XX. De un lado, la clausura de Musicadhoy ‘Universo Lachenmann' con la presencia del gran genio alemán y la Orquesta de Radio Televisión Española (ORTVE), de otro ese acontecimiento que supone, en sí mismo, la posibilidad de atender en directo la ópera San Francisco de Asís, de Olivier Messiaen, en las funciones que el Teatro Real ha programado del 6 al 13 de julio próximos.

Musicadhoy ha venido dedicando, desde octubre de 2010, siete conciertos centrados en la figura de quien es el más grande compositor vivo de música avantgarde -como él mismo cataloga su trabajo-, Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935), citas que concluyeron el miércoles 22 en el Auditorio Nacional de Música en un programa que incluyó Double (Grido II) (2004) y Accanto (1975-76), más el intercalado de una pieza de Debussy, Jeux, elegida por el compositor. No ocultaremos que hubiéramos preferido la propuesta de una tercera composición del alemán, configurando así un programa monográfico, especialmente cuando de este Universo Lachenmann han quedado fuera (lógico, no es posible abarcar la plenitud de su catálogo) piezas sinfónicas tan sobresalientes como Air, Harmonica, Tableau, NUN o Schwankungen am Rand, por citar sólo algunas de ellas.

Comenzó el programa con Double (Grido II) (2004), una obra que pertenece a la etapa más reciente del compositor, en la que si bien no se advierten, por fortuna, síntomas de dulcificación en el lenguaje (escúchese a tal efecto el ciclo vocal GOT LOST (2008) para comprobar cómo el de Sttugart sigue siendo el más excesivo de los compositores actuales), sí que se aprecia una mayor tendencia a la desnudez del sonido: está aquí la habitual aridez y sequedad del discurso, pero sin todo el aparato de despliegue experimental tímbrico de las piezas de antaño. Escrita para orquesta de cuerdas es esta una pieza que supone una amplificación del homónimo Cuarteto de cuerdas nº3 ‘Grido' (2001).

La lectura que de esta, diríamos incluso inquietante, partitura hizo la ORTVE bajo la batuta del especialista Matthias Hermann obedeció plenamente al espíritu de la obra. En un primer instante podría añorarse un sonido más brusco y aristado (cómo sucede en la versión que circula por red debida al Lucerne Festival Academy Ensemble dirigido igualmente por Hermann), pero no es Double una composición que quiera competir en espíritu con la fiereza de páginas pretéritas. Si Grido ya era, en su formato original, una obra más serena, menos vociferante que sus dos cuartetos precedentes, esta traducción para orquesta de cuerdas pone aún más al descubierto la crudeza de las sonoridades raspadas e hirientes tan caras a Lachenmann como también el carácter taimado, de clásica modernidad, que sobresale en los pentagramas originarios. Hasta cuatro veces tuvo Mathias Hermann que poner en pie a la orquesta en respuesta a los intensos aplausos que recibió del público.

Tras una correcta y refinada ejecución de la obra que ejercía como bisagra entre las dos piezas de Lachenmann, Jeux, de Claude Debussy [elegida no gratuitamente, la del francés es una complejísima partitura basada en las interrelaciones tímbricas entre los instrumentos, procedimiento que recogerá el autor de Staub], el compositor subió al escenario para agradecer a Musicadhoy y a su responsable, Xavier Güell, el respaldo que siempre le ha ofrecido su ciclo -el mismo que estreno en España en 2009 la monumental ópera Das Mädchen mit den Schwefelhölzern- y que, a buen seguro, ha contribuido, y no poco, a que la Fundación BBVA reparará en él para otorgarle recientemente el Premio Fronteras del Conocimiento.

Pero Lachenmann también quiso agradecer al público presente sus "oídos abiertos" incidiendo en el carácter de "aventura" que tiene su creación. Luego, sorprendentemente, desveló el compositor que habrá de centrar Musicadhoy 2012 cuando anunció un próximo ‘Universo Nono', a quien Lachenmann considera su maestro para luego advertir, de manera previa a la audición de Accanto, que esta es la "obra más radical" que ha escrito nunca, juicio que mantiene todavía hoy, 36 años después haberla concebido.

En todo caso existe en ella una carga de provocación ausente en otras partituras al insertarse de manera reconocible varias citas del Concierto para clarinete de Mozart. Léase con detenimiento las siguientes bravas y definitorias palabras [extraídas de una reciente entrevista publicada en Diverdi] del propio compositor al respecto de este lazo con el pasado que mantiene en la obra que nos ocupa: "Lo que yo he hecho en Accanto no ha sido destruir el concierto de Mozart sino sencillamente utilizarlo, tal y como podemos hacer todos cuando subimos al coche y suena su música en la radio, y poco después hemos de apagarla al llegar a nuestro destino. El nuevo contexto en el que la sitúo puede resultar agresivo. No es ésa mi intención, pero lo cierto es que puede ser así. Cuando intento dotar a la música de una nueva perspectiva, actúo serenamente, invitando a mirar algo conocido de manera distinta. Eso produce terror a la gente, que parece tener miedo a la libertad".

Miedo a la libertad o miedo al progreso, el mismo que padece una inmensa parte del adocenado público que fagocita -antes que escucha, racionaliza y se emociona- música culta de tradición occidental, con el perfecto aliado de los programadores que sistemáticamente dan la espalda a los sonidos de nuestro tiempo. La ejecución de Accanto contó con la clarinetista Shizuko Oya en el papel solista. Hermann condujo con maestría una composición en la que todos los instrumentos de la orquesta ven obstaculizados sus habituales canales de emisión, abriéndose un universo de rumores, chasquidos, rasgados y sonidos sordos, bisbiseantes, opacos y crepitantes.

La posibilidad de experimentar en vivo la audición de una obra como Accanto permite sentir los increíbles pianissimos (dictados con las tres ‘ppp' y díficilmente audibles en un equipo de sonido) y percibir cómo el flujo de cadencias, explosiones y frenados que tallan la obra se construye ante el oyente con una pasmosa naturalidad. Allá donde otros compositores ulteriores han querido hacer suyo este legado naufragando en la mayoría de las ocasiones en catálogos más o menos afortunados de tics y efectos sin cohesión, en Lachenmann sobresale la plenitud de un discurso dramático que insufla vida propia a cada una de sus composiciones. Más allá de este universo físico de ruidos y sonidos concretos subyace una obra que late de principio a final.

Tras dos semanas de ensayos, la Orquesta de RTVE estuvo en las condiciones de cincelar una versión de referencia en la que sobresalieron de manera particular la solista Oya, la pianista invitada Yukiko Sugawara y las dos flautistas de la formación, cuyo nombre no aparecía anotado en el programa de mano al no encontrarse detallada la plantilla de la orquesta. Versión, en fin, de enorme concentración, perturbadora por la desnaturalización tímbrica de cada atril y de una radicalidad que si bien hoy no podemos considerar provocadora, en el sentido rupturista del momento de su estreno, si sigue siendo una creación aislada por cuanto jamás nadie ha osado llevar tan lejos los límites instrumentales de un conjunto sinfónico.

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