Cofradías

Lágrimas para el Cautivo

Un fuerte aguacero obligó a Santa Genoveva a regresar a su templo.
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el 29 mar 2010 / 16:01 h.

"Os pido perdón y os doy las gracias, hermanos". Esas fueron las únicas palabras que pudo pronunciar un hermano mayor destrozado tras regresar con la cofradía hasta la parroquia. Un fuerte aguacero había sorprendido al paso de la Virgen de las Mercedes, que ya se adentraba en la calle Almirante Topete, y los nazarenos de la hermandad de Santa Genoveva avanzaban para permitir que el palio pudiera refugiarse en el templo. Era hora de regresar a casa inundados por las lágrimas que brotaban de los ojos de los vecinos y de la lluvia que arreciaba con fuerza en el Tiro de Línea.

Nada hacía presagiar que la mañana de fiesta que se vivía en el barrio pudiera llegar a truncarse de este modo. Desde primeras horas de la mañana eran cientos los vecinos que se agolpaban en los aledaños de la parroquia para buscar el mejor sitio desde el que contemplar la salida del Cautivo. Eran familias enteras: abuelos con sus nietos, padres e hijos..., todo un barrio que esperaba a sus titulares para acompañarlos en el milagro que renace en el Tiro de Línea cada nuevo Lunes Santo.

Minutos antes de la hora anunciada -para ganar algo de tiempo a un extenso recorrido- los cuatro nazarenos que precedían a la Cruz de Guía pisaron la rampa de salida de la parroquia, mientras que los vecinos se agolpaban en las vallas que delimitaban el recorrido. Y llegó el momento, tres toques de martillo y la voz de los Villanueva: "Esto va por nuestro amigo Mariano que Dios lo tenga en su gloria". El Señor avanzaba poco a poco entre un silencio que se extendía por toda la calle Romero de Torres que se transformó en aplausos y lágrimas cuando el Señor cruzó el dintel de la puerta. El barrio ya tenía a su Cautivo en la calles de Sevilla y el milagro del Lunes Santo era una realidad. Una tímida lluvia comenzó a caer en la zona, nada importante, aunque sí fue el presagio de lo que ocurriría más tarde.

Con el Señor camino del parque de María Luisa, el murmullo regresó al entorno de la parroquia y con él la esperanza por ver llegar a la Virgen de las Mercedes. Un viento, por desgracia, premonitorio zarandeaba los naranjos de la calle y el cielo presagiaba que podía llover en cualquier momento. Entre la incertidumbre, los costaleros retiraban los zancos del palio y la Virgen comenzaba a salir. "Ha llegado la hora de la verdad", decía el capataz, mientras la Virgen era recibida por los vecinos entre pétalos de flores, aplausos y lágrimas, llanto de un barrio que recibía a su madre de las Mercedes. El palio se perdía por el Tiro de Línea bajo unas tímidas gotas de lluvia.

Pero no quedó ahí la cosa. La lluvia caía con más fuerza y los vecinos del barrio recibían entre aplausos a la Virgen de las Mercedes, que avanzaba a paso de mudá al son de Aniversario macareno. Las lágrimas mojaban los rostros de familias enteras que iban regalando flores al palio por Almirante Topete. El aguacero pudo más que el empuje del barrio y a mitad de la calle los costaleros comenzaron a revirar para regresar a la parroquia. Tras la Virgen de las Mercedes llegó el Cristo. La lluvia le había sorprendido a la altura de Felipe II y los priostes le habían colocado una especie de chubasquero que, aún así, no impedía que las gotas de agua cayeran en cascada por su rostro al llegar a la parroquia. Se acababa así el Lunes Santo en el Tiro de Línea, un día en el que Sevilla se quedó cautiva sin la Virgen de las Mercedes.


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