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Las 62 cartas del adiós

Por sus manos han pasado más cartas que por las de Melchor, Gaspar y Baltasar juntos. No son emisarios de Oriente, aunque hayan ejercido como tal en algunas navidades por capricho de los remitentes más pequeños. Todo cabe en su saca: cartas de amor, facturas, citas judiciales, recibos bancarios...

el 15 sep 2009 / 18:48 h.

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Por sus manos han pasado más cartas que por las de Melchor, Gaspar y Baltasar juntos. No son emisarios de Oriente, aunque hayan ejercido como tal en algunas navidades por capricho de los remitentes más pequeños. Todo cabe en su saca: cartas de amor, facturas, citas judiciales, recibos bancarios, giros, faxes... Son los carteros de Sevilla que reparten ilusiones y algún que otro disgusto cuando llegan las temidas facturas. Ellos conocen las historias de cada calle. O si no que se lo digan a Francisco Martín, cartero de Osuna, que llegó a entregar hasta "cinco cartas al día a un vecino que tenía su novia en Pamplona". Ayer la sociedad Correos y Telégrafos homenajeó a 62 de ellos -en su mayoría jubilados o prejubilados- por sus años de entrega. Algunos, como Jesús Hernández, del barrio de Rochelambert, bromeaba así con su antigüedad: "37 años, 11 meses y 7 días. Una condena".

Pese al chascarrillo, Jesús ha pasado toda su vida entre cartas. Una enfermedad leve le ha obligado a retirarse antes de tiempo, pues de lo contrario dice que "habría cartero para rato". Antes con la saca al hombro y, últimamente, empujando del carrito se ha pateado toda Sevilla desde que empezara hace ahora más de 30 años.

Junto a su último destino en Rochelambert, dice que sus mejores momentos estuvieron en Los Pajaritos de los años setenta. Ayer en el almuerzo organizado en el restaurante del Puesto de los Monos lo recordaba con otro de sus colegas, Francisco Aguilar, también de Rochelambert: "No había buzones y los vecinos ponían cajas de cartón con una ranura. Y... (se ríe) más de una vez salían ardiendo". Allí, explica, era más que un simple cartero: "Les leía y hasta les escribía las cartas a los que no sabían. Éramos una gran familia", recuerda con nostalgia. Algo que también recalca Francisco Aguilar, que, en sus inicios, estuvo destinado en Bilbao: "No se puede comparar. En Sevilla la gente te llamaba de tú y sólo al verlos por la calle sabían si ese día tenías cartas para ellos. Nos conocíamos todos. En Navidades nos invitaban a una copa".

Cómo ha cambiado. Costumbres que se han difuminado en favor de ciertas mejoras laborales como una jornada con horarios regulados y más comodidad en el reparto: "El día no terminaba hasta que no se entregaba la última carta. Los lunes había revisión de uniformes. Nos miraban desde el calzado al corte de pelo", rememora Jesús Hernández. Pero él también ha pregonado los apellidos en el portal de las casas de vecinos de Triana, al igual que Ángel Maya, un pacense que ha estado más de 20 años peinando el viejo arrabal: "Me conozco todas las farmacias por el nombre".

Aunque para memoria, la de José Gordillo, de El Saucejo, que a sus 60 años recita los apellidos y direcciones de los más de 4.000 habitantes del municipio. Una hazaña digna de un récord Guiness y forjada en 35 años. Gordillo resalta las penurias de cuando "el reparto era de noche e iba en moto a Los Corrales y Martín de la Jara para llevar el correo". Entonces ganaba 5.000 pesetas. Entre los galardonados también estuvieron varias carteras que, como Ana María Mejías, dijo no haber tenido "ningún obstáculo" por ser mujer.

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