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Las colas, la boda y la samba brasileña

el 08 sep 2012 / 16:55 h.

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Colas de siete horas para visitar el pabellón de Canadá ilustraban la portada del cuardernillo que El Correo le dedicó a la Expo el 9 de septiembre. Días antes, las mulatas de Brasil, en tanga, se hicieron con la portada del periódico... todo en una semana en la que la Muestra Universal alcanzó los 27 millones de visitas y... los 28.
¿Le faltaba algo a la Expo? Entre colas, exposiciones, cabalgatas y espectáculos, costaba distinguir si la boda de José Antonio López y Pilar Secades en el patio de las columnas del pabellón de Asturias era de verdad de la buena o simple representación. Pero sí, aquello era auténtico, aunque costara trabajo distinguirlo. Y es que, además de lo insólito de celebrar una boda dentro del recinto de la Cartuja, los contrayentes habían acordado hacerlo al estilo vaquerizo: una boda católica, oficiada por un sacerdote asturiano afincado en Sevilla, pero con el traje típico de la zona baja de las montañas asturianas, con el baile y las gaitas interpretando Asturias patria querida y el ajuar de los novios -que incluía la cama nupcial- en un carro tirado por bueyes.

Pero aquella ceremonia era auténtica y, como señalaba el cronista de El Correo, "cuando el público huele a realidad, el resorte que nos coge el pellizco en las vísceras se apresta a colocar nuestros vellos en ángulo recto con respecto a nuestra piel", vamos, que, pese al calor sofocante de aquel 3 de septiembre, novios, invitados y el público de la Cartuja se emocionaron y disfrutaron de lo lindo, mientras en el Palenque Cassinello y Konstatinos Mitsotakis, el presidente de Grecia, glosaban a los clásicos helenos como creadores de la cultura occidental: "Sin Grecia nada sería igual", sentenció el comisario de la muestra universal.

A nadie interesó el discurso de Joao Cabral de Melo, representante del Gobierno de Brasil; el de Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces ministro de Educación y Ciencia, o el Juan Correas, secretario general de la Expo, con motivo del Día Nacional de Brasil, pese a que el Palenque no tuvo un lleno parecido. "El país del carnaval" había anunciado un espectáculo de samba -además de un desfile por el recinto- que arrastró multitudes. Y, advierte la periodista en su crónica: las responsables tampoco fueron las mulatas que a diario bailaban en el pabellón. "De animar a las féminas se encargaron los bailarines" con múltiples acrobacias haciendo alarde de la elasticidad de sus cuerpos. Y como postre al espectáculo, los chicos entraron en la provocación de las mulatas sobre el escenario y las desnudaron de cintura para abajo: "ya sin faldas, lucieron moviendo las caderas los típicos tangas".

Después de aquello, sabían a poco la música tirolesa que Austria llevó al mismo escenario o la celebración del día de la ONU y la Unesco. Sin embargo, esta jornada atrajo a una visita especial: por primera vez el que fuera el primer comisario de la Exposición Universal, Manuel Olivencia, destituido en julio de 1991, pisaba la muestra. "Yo no podía estar los seis meses pendientes de la Expo y corresponder a todas las invitaciones", se justificaba, por eso "he procurado que mi visita sea en el último período de la Expo y que se aun día tan señalado".

Ese 8 de septiembre también destacó la visita de Corazón Aquino, expresidenta de Filipinas, para participar en el Foro Internacional Mujer, poder político y desarrollo.
La semana dejó otros hitos para la historia: se alcanzaron los 27 millones de visitas y, tres días después, los 28 millones; la Expo batía su récord de personas en una jornada un día tras otro, hasta alcanzar las 400.000, entre los que se encontraban todos los miembros de la familia real de Grecia acompañados por la Reina Sofía, en visita privada.
Parece lógico entonces que justo estos días el pabellón de la Cruzcampo sirviera su cerveza un millón. Un barcelonés, Carlos Iranzo, que almorzaba con su familia en el restaurante del pabellón, se la bebió. El almuerzo le salió gratis y ganó un vale para otro, además de camisetas, gorras y una jarra de cerámica. Carlos terminó bailando sevillanas en el escenario giratorio con su mujer.

En la otra orilla, Sevilla conocía que finalmente tendría un Día de Honor en la Expo, sería el 1 de octubre, "digno, pero austero", anunció el alcalde, Alejandro Rojas-Marcos (PA), aunque arrancaba muy reivindicativo: primero, porque lamentaba que la Sociedad Estatal no hubiera ofrecido a Sevilla la posibilidad de celebrarlo como sede que era de la muestra y hubiera tenido que solicitarlo y, segundo, retaba al Gobierno aportar la financiación.

Las críticas a la Expo y la gestión de Cartuja 93 arreciaban pero todos sus responsables, hasta Ma¬nuel Chaves, ya por entonces presidente de la Junta, aseguraba que no le importaban: "El éxito de la Muestra Universal es total y las críticas no perjudicarán a Cartuja 93". De hecho, ya se preparaban las bases para el futuro próximo. Esa misma semana, el consejero de Educación, Antonio Pascual, anunció que las escuelas superiores de Ingeniería Industrial y de Telecomunicaciones se trasladarían a la Plaza de América en el curso 93-94.
Sin embargo, tres multinacionales con compromiso previo de participación en Cartuja 93, Siemens, Philips y Fujitsu, seguían sin tener decidida su permanencia [los pabellones de Siemens y Fujitsu siguen en pie, pero cambiaron de manos].
El pabellón de Suiza, preparando su despedida, puso a la venta todo su mobiliario, su teatro y las instalaciones técnicas y materiales de construcción a "mitad de precio de compra".

Entretanto, los conflictos laborales y comerciales continuaron en el recinto. La Ibense demandó a la Expo por la anulación total del contrato, además de seguir adelante con el interdicto presentado ante el juez por permitir la venta de otros helados cuando, inicialmente, la heladera sanluqueña tenía la exclusividad en la isla. Días después, el juez obligó a la Sociedad Estatal a reabrir todos sus puntos de venta. Y la empresa canadiense Nakis se hizo cargo del Kangaroo Pub, el local más famoso de la Expo, después de que los australianos se despidieran a la sueca.

¿Será mejor el recuerdo que José Antonio y Pilar guardan de aquellos días que el de los sevillanos que presenciaron la samba?


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