Los resultados publicados ayer en la presentación de la memoria anual de Cáritas Diocesana de Sevilla arrojan una visión contundente de los efectos que la crisis está dejando a su paso por la capital hispalense. Durante 2010 los equipos parroquiales atendieron un total de 66.873 demandas de ayuda, lo que supone un incremento del 30% en tan sólo un año.
Una crisis que ya no se ceba exclusivamente con los desfavorecidos habituales. En estos momentos, la presión económica está arrastrando a la beneficencia a familias jóvenes con hijos, con todos sus miembros en paro, personas que jamás habían acudido a pedir ayuda, y ahora no tienen otro recurso para salir adelante que los que pueden obtener gracias a la incansable labor de Cáritas. Son los parados de larga duración, que dejaron de percibir ayudas, con un nivel de formación medio alto pero lastrados por el endeudamiento que soportan.
Otro detalle que refleja la memoria es el incremento del número de intervenciones que Cáritas destina a la cobertura de recursos básicos (alimentación y vestido). Como bien señalan desde la organización humanitaria católica, este dato desvela que las necesidades de las familias son cada vez más básicas y apremiantes. Si antes las ayudas se destinaban a pagar un recibo de luz atrasado o la letra mensual de la hipoteca, ahora las personas acuden a las parroquias porque necesitan comer y vestirse.
"Se demandan cosas que antes no se demandaban ya que estaban cubiertas", explicó Francisco Ortíz, delegado Episcopal de Cáritas, "son temas tremendamente duros para las familias". Un ejemplo que sirve para ilustrar esta tendencia es el aumento de comida infantil que ofrecen en las parroquias, que ya no se solía dar.
El 67% de los 4.334.000 euros que Cáritas destina a acciones directas y programas sociales se empleó en hacer frente a este tipo de gastos. Mientras que a sanidad, vivienda y recibos se destinó entre un 3 y un 6 por ciento de dicha cantidad.
Ortíz reconoció que sus previsiones no son positivas, "pensamos que la situación está empeorando gravemente, que cada vez piden asistencia más personas y 2011 no va a ser una excepción". Además quiso hacer un llamamiento de ayuda a las administraciones públicas, ya que aseguró que "muchas parroquias están desbordadas". Su postura es lógica si se observa que durante el año pasado (66.873 demandas) se dobló el número de peticiones de ayuda registradas al cierre del ejercicio de 2007 (32.441).
Respecto a la distribución geográfica de la presión asistencial, la demanda sigue siendo la misma, es decir, cuanto más precario es el barrio más sienten sus habitantes los efectos de la crisis.
Y aquí se incluyen también a los inmigrantes, que representan el 26% del total de beneficiarios que hace uso de estos servicios. Un colectivo que está sufriendo los efectos del paro con especial virulencia, ya que durante los años de bonanza económica soportaron los mayores niveles de temporalidad y precariedad laboral. La situación actual está produciendo una precarización todavía mayor de sus condiciones laborales y un incremento en las prácticas de explotación laboral. Y además se enfrentan al crecimiento de la xenofobia, ya que muchas familias nacionales se ven amenazadas por las foráneas al no existir un cupo de ayuda para todos. En el Polígono Sur ya se han producido disputas, sobre todo durante el reparto de los números que dan acceso a las prestaciones.
Y la necesidad superó a la solidaridad
La parroquia de Jesús Obrero, en el Polígono Sur, no da abasto ante la avalancha de familias que cada martes por la mañana acude para coger número y así poder ser atendidos por los voluntarios de Cáritas.
El párroco, José González, capea a diario un temporal que se le viene encima cada vez con más fuerza y aunque le gustaría poder dispensar un trato igual a todos, sencillamente no puede.
A las 11 de la mañana ya no quedan números y la cola sigue siendo larga. "No podemos atender a tanta gente porque no disponemos de medios suficientes", explica el párroco, "pese a que las donaciones han aumentado gracias a la generosidad de los sevillanos, todos los martes recibimos una avalancha de personas que no pueden recibir otra ayuda aparte de la nuestra".
Hace algunos años, antes de la crisis, desde Jesús Obrero se abonaban recibos de luz, agua, y hasta el pago de hipotecas, pero ahora es distinto, "ya sólo podemos atender las necesidades más básicas de la población necesitada, estamos poniéndole un parche al verdadero problema". Pan para hoy pero hambre para mañana: "sentimos impotencia. Para atender así a la gente hay veces que preferiría cerrar".
José también cuenta que ha visto ascender el número de familias que nunca habían buscado antes ayuda en las instituciones de beneficencia, y que por eso "acuden muy avergonzados".
Existe, además, otra circunstancia que se suma al problema de raíz, el crecimiento de la xenofobia entre los vecinos del Polígono Sur. "En el barrio viven muchos nigerianos, y hemos observados disputas en las colas a causa de su nacionalidad, ya que los de aquí se sienten amenazados, como si les vinieran a quitar lo que es suyo, pero todos son hijos de Dios y no hacemos distinciones". José asegura que "se ha llegado a las manos en alguna que otra ocasión".
Está pequeña iglesia no es la única que actualmente no cuenta con medios suficientes. En el mismo distrito se encuentran la de San Pío X y Nuestra Señora de la Oliva, y en el Cerro del Águila, la Blanca Paloma y la Candelaria tampoco pueden atender a todo el mundo. "El año que viene será más duro".