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Las dos velás de Triana

Tarde de tradiciones y noche de casetas para la primera jornada.

el 23 jul 2011 / 07:21 h.

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Que Triana está de fiesta es algo que pregona el perfil del puente iluminado. Nadie lo duda al pisarlo. Pero que la Velá de Santa Ana es mucho más que casetas y algarabías hasta el alba lo resume el sentir de cada uno de esos trianeros que ayer pudieron disfrutar del primero de esos días en los que el barrio se llena de un sinfín de encantos que también son parte de esta fiesta.

La barrera la marca el sol. El mediodía del mes de julio no está hecho para vivir la velá, pero la media tarde ofrece estampas únicas que llenan de sabor cultural y de tradiciones añejas al barrio de Triana. Sobre esa hora, los trianeros comienzan a salir de sus casas para trasladarse a la calle Betis. Es el rito de la cucaña. El Altozano es aún un almacén de sillas que esperan la llegada de la noche, pero los trianeros ya se asoman entre ellas para vivir esa otra velá. Así, la tarde nos deja postales de antaño, con revuelo de chavales en la cucaña que intentan ganarle a la gravedad el pulso de la bandera.

Fue la tarde de su estreno. Y eso que el programa anunciaba que el jueves ya habría cucaña en el Guadalquivir. Ya lo advirtió el delegado del distrito, Francisco Pérez, cuando dijo aquello de que ésta sería una "velá contrarreloj". Lo importante es que empezó, tarde, pero lo hizo. Alguno que otro que esperaba impaciente en la primera zapata de la calle Betis se desahogaba pensando que este año la cucaña venía "con gafe". Con más de una hora de retraso, los primeros jóvenes desfilaban por el madero para acabar sucumbiendo a las aguas del Guadalquivir. Uno tras otro, sin que ninguno alcanzara la bandera. A ellos parece írsele la vida, pero a los trianeros se les veía orgullosos de poder participar de otra nueva velá.

Pero la tarde aún guardaba otro tesoros. Los aledaños de Santa Ana eran refugio de las señoras que acudían al templo a participar de la novena. Era el paso del ecuador de estos nueve días de rezos a su patrona. Silencio en el interior de la parroquia que sólo rompían los turistas que visitaban la cripta del templo, entre joyas de orfebrería y tallas de hasta el siglo XVI.

Con la caída de la tarde nacía otra nueva velá. El Hotel Triana era escenario de una singular gala lírica entre sones de zarzuelas. Junto al río, casetas a rebosar de sevillanos y turistas y una noche dedicada al flamenco en pleno arrabal del arte. Así, Triana ponía el cierre a su primera jornada completa de la Velá de Santa Ana 2011, aquella en la que la cerámica ha vuelto a engalanar el puente durante cinco días. Ha sido sólo el comienzo de una fiesta que no termina en la noche de las casetas.

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