Cultura

Henry Moore, belleza a cielo abierto

La Plaza del Triunfo acoge siete bronces del escultor inglés dentro del programa ‘Arte en la calle’

el 06 feb 2014 / 17:21 h.

UNA EXPOSICIÓN REÚNE EN SEVILLA PIEZAS DE LA OBRA ESCULTÓRICA DE HENRY MOORE Desde ayer y hasta el próximo 12 de abril, los transeúntes que crucen por la Plaza del Triunfo tendrán la sensación de que están atravesando un museo a cielo abierto. Nada menos que siete monumentales bronces del artista británico Henry Moore (1898-1986) han sido inaugurados en este espacio dentro del programa Arte en la calle, que ya trajo a las calles de Sevilla obras de Manolo Valdés, Igor Mitoraj y Auguste Rodin, y que cuenta con el patrocinio de la Obra Social La Caixa y la Fundación Cajasol. Dicha muestra fue inaugurada ayer por el alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, en compañía del director territorial de La Caixa para Andalucía occidental, Rafael Herrador, el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, y el director de la Henry Moore Foundation, RichardCalvocoressi, quien afirmó:«No tienen que preocuparse por la lluvia de estos días, porque con ella el bronce tiene mejor aspecto, y la luz de Sevilla es hoy la más cercana a la que podríamos encontrar en Inglaterra: las condiciones ideales para contemplar la obra de Henry Moore». Moore, uno de los más reconocidos maestros de la escultura contemporánea, empezó tallando directamente los materiales, pero a partir de los años 40, al tiempo que empezaba a dibujar retratos de personas en los refugios antiaéreos de Londres, fue decantándose por el moldeo, ya fuera a la cera perdida o a la arena. Así fue dando a conocer sus piezas de grandes dimensiones, a menudo expuestas en lugares al aire libre, espacios públicos que pasaban a convertirse en centros de arte de primer nivel. Las obras que acaban de descubrirse en Sevilla pertenecen a su época más esplendorosa, entre 1960 y 1982, cuando ya era definido por la crítica como «la voz oficial de la escultura británica y la cara aceptable de la Modernidad», y sus cuentas bancarias engordaban considerablemente con cada venta que culminaba. Estas ganancias nunca le apartaron de sus austeros hábitos de vida, y en cambio sirvieron para impulsar la Fundación que ha hecho posible la muestra. En ella se ponen de manifiesto algunas de las obsesiones recurrentes de Moore: la figura reclinada y el motivo de la madre y el hijo, la exploración entre la figura humana y el paisaje, tanto urbano como rural, la tensión entre lo natural y lo abstracto, así como la transformación de los objetos naturales en formas escultóricas. Todo ello se evidencia, por ejemplo, en Figura reclinada en dos piezas núm 2 (1960), donde las rodillas y los pechos de la figura se convierten en una suerte de accidentes geográficos. En Gran figura de pie: filo de cuchillo (1976), el artista reinterpreta la célebre Victoria de Samotracia del Louvre a partir de un fragmento de material natural, alternando bordes afilados con otras formas redondas y planas. Pieza de bloqueo (1963-1964) juega con un curioso ensamblaje de dos piezas distintas, mientras que Óvalo con puntos (1968-1970) mezcla formas humanas y naturales con una voluntad de abstracción muy marcada. Junto a estas obras, encontramos Formas concretas reclinadas (1969), Madre e hijo reclinados (1975-1976) y Figura reclinada (1982). «La figura reclinada», llegó a afirmar el artista, «ofrece la máxima libertad de composición y de espacio. Es libre y estable al mismo tiempo». Cabe destacar que las últimas grandes exposiciones dedicadas a Henry Moore en España datan de 1981, cuando recibió el homenaje de la Fundación Miró de Barcelona y del PalacioVelázquez de Madrid, y en 2006, cuando el CaixaForum de Barcelona le dedicó una muestra. El artista visitó España en el verano de 1934, pero no bajó de Toledo: esta muestra es, de algún modo, la visita que Moore le debía a Sevilla.

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