Las esculturas de Manolo Valdés que adornan la Alameda de Hércules estarán limpias "en unos días" de las pintadas vandálicas que algún gamberro realizó la madrugada del viernes.
La Fundación La Caixa, que patrocina esta muestra compuesta por 17 monolitos de metal pensados para ser expuestos en la calle y que los espectadores interactúen con ellos, garantizó ayer que se restaurarán en breve, dependiendo sólo de la disponibilidad de la empresa de mantenimiento elegida por el propio artista para cuidar de sus trabajos.
La totalidad de las estatuas sufrieron pintadas con mensajes supuestamente reivindicativos, como El arte está en la calle, La tele atonta o Soy libre, realizadas con spray de color morado. Hace ya semanas, uno de los tres colosos situados en medio del bulevar fue descubierto con dos puntos y una raya simulando ojos y boca, aunque en esta ocasión la magnitud de la salvajada ha sido mayor: cada una de las cinco meninas que coronan la parte sur del bulevar, por ejemplo, tiene una letra sobre su rostro, y una frase ensucia uno de los rodetes de La Dama, la cabeza de más de tres metros de altura inspirada en la Dama de Elche.
Las estatuas, realizadas a gran tamaño por el artista valenciano, residente desde hace décadas en Nueva York, están cubiertas por un seguro, como confirmaron fuentes de la Fundación La Caixa. Pero además cuentan con una empresa especializada en el cuidado de obras de arte, que fue seleccionada por el propio artista al inicio de la gira que están realizando por distintas ciudades españolas, y que es la única que puede acceder a estas grandes estatuas, inspiradas en clásicos como La Dama de Elche, las Meninas de Velázquez o los retratos de la corte de la realeza española.
Hasta enero.
Las figuras, realizadas con un acabado rugoso y lleno de matices para invitar a los espectadores a tocarlas, forman parte de un proyecto de arte en la calle, un museo a cielo abierto que se inauguró en la Alameda de Hércules a finales del pasado octubre y que podrá ser visitado hasta el 20 de enero.
Es la segunda muestra similar de arte callejero que acoge Sevilla en los últimos años, tras las estatuas de Igor Mitoraj con las que se inauguró la Plaza Nueva una vez peatonalizada, que por suerte acabó sin ninguna gamberrada.
