Deportes

Las hienas, Heliópolis y la tropa

Con una sensación térmica más propia del Valle de Arán que de Sevilla, Pepe Mel asumió que el encuentro de ayer era una auténtica final. Con mayúsculas.

el 12 feb 2012 / 00:00 h.

Iriney presiona a Iturraspe.

El madrileño recurrió a una revolución sin matices para revertir una dinámica que sólo conduce al patíbulo, aquel en el que reposan los restos de los tres represaliados de cada junio en el cementerio de Primera. Se refugió en su soledad para dibujar una autopista hacia la liberación. 

El Betis se disfrazó de hiena para robar el alimento del león. Y él, como Kevin Costner en Bailando con Lobos, de capitán sin tropa. Y su suerte fue la del gentío que, congelado, caminó firme por La Palmera antes de que el Athletic de Bielsa, puro honor vasco, abriera el fuego cruzado con un remate de Llorente que escupió Fabricio, sobresaliente, con el aliento. Los de San Mamés son pura esencia norteña.

Juegan con un fútbol del XXI y un repertorio de valores más propios de la burguesía del XIX. Corren, crecen, asfixian al rival, someten al débil y replican al poderoso. Y Mel, que sonrió a Bielsa antes de la batalla, buscó munición para abatir al fiero león que se reivindicó cuando Javi Martínez firmó las tablas en una acción de laboratorio. Otra más.

Era una oportunidad única y el técnico heliopolitano concibió el plan en su despacho y bajo el más estricto orden de sus papeles. Se sabía cuestionado y prefirió ser mártir en plena guerra que héroe en la segunda línea. Ya no abrochan los puntos las panteras, ni tan siquiera las gacelas del Amazonas.

Es un caboverdiano sonriente, condenado por la afición y la prensa tras el lapsus de Pamplona, el que se encarga de ser el líder de una tropa que ayer buscó a los búfalos con el hambre que emana del desierto.

Con el puño alzado al aire en señal de rabia y recordando a su fallecido padre, el luso de corazón y devoción conectó un disparo que besó la red con la fuerza del oso y la elegancia del cazador ilegal.

La hiena birló el menú de carroña al león y se paseó altiva y soberbia por la sabana. No hay víveres para una eternidad, pero sí para almorzar en mesa y mantel durante una semana repleta de calma.

  • 1