Los reyes castellanos heredaron de los primeros moradores del Real Alcázar la creencia de que el agua era el origen de la vida en la tierra, la materia con la cual Allah crearía al hombre. Por eso en el gran monumento sevillano, a la manera en que también sucede en la Alhambra de Granada o el Alcázar de Toledo, el agua tiene un silente protagonismo, casi nunca revelado, una presencia constante en el paisaje que adquiere innumerables visos poéticos. Varias instituciones y empresas el propio Alcázar, también el Ayuntamiento, Tussam y Emasesa alumbraron ayer Las rutas del agua, una iniciativa de carácter turístico que plantea un inusual recorrido que, partiendo de estos palacios, se extiende también por el Patio de los Naranjos, los Caños de Carmona y la Buhaira para ir a concluir en el Antiquarium. El Islam otorgaba al agua los atributos más sagrados, como generadora de vida, y fuente de sustento y purificación. Eso que tan presente está en los Jardines del Generalife también se advierte, de una manera más sutil, en el Real Alcázar. «Agua y ciudad han ido conformando a lo largo de la historia y de las distintas civilizaciones un rico patrimonio que llega hasta nuestros días: infraestructuras, monumentos, fuentes, acueductos, arte, arquitectura son algunas de las huellas diseminadas por toda la ciudad», explicó ayer Lourdes Ferrand, historiadora y técnica de Emasesa. Con un recorrido de dos horas, Las rutas del agua es una actividad gratuita que se llevará a cabo del 24 de febrero al 11 de abril, de lunes a viernes. Las solicitudes serán contestadas (en el teléfono 010 y en el 902459954) en función de las plazas disponibles. Un vehículo de Tussam se encargará de salvar los diferentes puntos del trazado. Bajo la solería del Patio de los Naranjos «se encuentran 11 aljibes que abastecían de agua a la fuente de abluciones», explicó Ferrand. Aún quedan visibles un brocal y dos rejas, que pasan inadvertidas, pero que están ahí, a nuestra vista, testimoniando una época pretérita. La muralla de la ciudad que discurre por los Jardines de Murillo y el Callejón del Agua «tiene insertada una tubería hecha en barro que, procedente de los Caños de Carmona, llegaba hasta el Alcázar para suministrarle agua, tanto para consumo humano, como para abastecer las fuentes y las albercas». Es en su interior donde la ruta se detiene para contemplar y detallar las particularidades de espacios como el Patio del Yeso, las canalizaciones que circundan el espacio o los baños de María Padilla, en su origen durante la época árabe, un jardín estival. De la mano de Ferrand conoceremos cómo la clásica estampa de la Fuente de Mercurio, antes de acoger al dios, tuvo orígenes más modestos; fue sencillamente una alberca, la mayor del Alcázar, con cuya agua se regaban todos los jardines. Mercurio no llegaría a ella hasta el siglo XVI. O que a pocos metros de allí se encuentra el órgano hidráulico, diseñado por el arquitecto italiano Belmondo Resta. La instalación esta basada en un artilugio que al salir el agua hace sonar una melodía. Unos bancos, a modo de auditorio, permiten escuchar cada hora fragmentos musicales populares y religiosos del siglo XVII, un pequeño tesoro que muy a menudo pasa desapercibido al visitante. Ya en el palacio de verano de La Buhaira, rodeado de huertas, podremos saber de los pormenores de «la restauración del acueducto romano llevada a cabo por el califa Abu Yaquib Yusuf en 1171». Aún se conservan restos de los caños en el recinto. «La alberca aquí ubicada serviría para el disfrute del califa y para regar los jardines del palacio, en el que se habían plantado olivos, árboles frutales y plantas procedentes de Guádix», detalló ayer Ferrand. Entre finales del siglo I d.C. y los inicios del II «tuvo lugar una gran transformación en el aprovisionamiento urbano de agua mediante el establecimiento de una red general de abastecimiento de agua corriente». Fue así como se dio lugar a la construcción de un acueducto que permitió entonces traer el agua desde el manantial de Alcalá de Guadaira, restos del cual son los Caños de Carmona, en Luis Montoto. Construido en ladrillo, constó de 400 arcos sobre pilares en la zona que estaba a la vista. Era en total una red de casi 18 kilómetros. «Hoy sabemos sin embargo que el agua que transportaba este canal no era de buena calidad porque, al ir al aire, bebían en él animales y muchas personas lavaban sus ropas aprovechando el agua que corría», contó ayer Lourdes Ferrand. Las rutas del agua finalizan en el Antiquarium, donde se reúne un conjunto de casas romanas de los siglos IIy III. La mayoría de las viviendas estaban organizadas en torno a un patio central con pozo y estanque (impluvium) y alrededor se encontraban las habitaciones. «Muchas de ellas pasaron a ser abastecidas de agua corriente pública a través de las tuberías que llegaban desde los Caños de Carmona, y realizaban los vertidos a través de cloacas», concluyó Ferrand. El Consistorio y Emasesa, principales valedores de la iniciativa, esperan recibir en torno a las 1.150 personas por trimestre. Agua y Vida son dos de las vías del barrio de Santa Cruz, ambos términos adquieren su máximo significado en una propuesta como esta que ahora, por vez primera, surge. «El agua es ese elemento fundamental en la vida de tantas y tantas ciudades que, paradójicamente, está completamente ausente en la realidad de muchas urbes mediterráneas», dejó escrito Paul Bowles, quizás con la imagen de Sevilla en la mente. Ahora sabemos que no. También aquí Poseidón dejó su huella.