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Las ideas de Blas Infante

Un año más se ha montado la polémica en torno a Blas Infante, una personalidad tan manida como poco estudiada por los que dicen defenderlo y por los que, poniéndolo por delante, no pierden ocasión de meterse con el cliché que ellos mismos tienen de Andalucía...

el 16 sep 2009 / 07:00 h.

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Un año más se ha montado la polémica en torno a Blas Infante, una personalidad tan manida como poco estudiada por los que dicen defenderlo y por los que, poniéndolo por delante, no pierden ocasión de meterse con el cliché que ellos mismos tienen de Andalucía, una imagen varada en el tiempo que les sirve para seguir haciendo verdad la poesía de Fray Luis: cuentan de un sabio que un día?

Blas Infante desarrolló una Teoría de Andalucía tan llena de Espíritu de la Historia hegueliano como las que se predicaban en Cataluña, el País Vasco, Galicia o los Balcanes; esos ribetes fueron tan consustanciales a aquel tiempo como en el 68 las líneas mentales de Sartre. Cuando se lo tacha de personaje extravagante (sin hacer lo mismo con Castelao o Prat de la Riba) es porque, para pedir más o menos lo mismo, partía del punto contrario: los demás encontraban el punto de partida de su respectiva legitimidad en la Reconquista (la única epopeya en la Historia de España de la que se sienten partícipes hasta los independentistas vascos violentos) a la que la teoría infantiana calificaba de hecatombe.

Ése es la raya que nadie ha asumido ni en Andalucía (por eso en el naufragio andalucista sus votos van al PP), ni -evidentemente- fuera de ella. Pero, en el fondo, la carencia de una teoría, a falta de una lengua diferenciadora, perpetúa sobre Andalucía el estereotipo de "tierra yerma". En el libro de Javier Cercas sobre el golpe del 23-F, al que aludí hace días, Andalucía no aparece. Aunque constantemente se habla de la crisis de UCD, no se menciona su ruptura por el Referéndum andaluz ni se cita al ministro Clavero.

Sin embargo las manifestaciones del 4 de diciembre del 77 y 79 fueron las primeras movilizaciones realmente masivas en España (ocho el mismo día, con centenares de miles de personas) y en las semanas anteriores al 28-F Andalucía vivió el primer levantamiento civil y pacífico de cuantos vimos luego en Europa. De algún modo volvía la bandera del himno y el PSA sacó de ese campo, que no había labrado, una cosecha electoral inesperada pero no usó su grano para sembrar a continuación.

Quienes sí lo usaron fueron los demás territorios españoles: el referéndum andaluz había agrietado la base territorial asimétrica de la Constitución de 1978. ¿No tendría esto algo que ver con el ruido de sables que originó el golpe de Armada-Milán-Tejero?

Las ideas de Infante siguieron sin aparecer en el debate político. Se tomaba el rábano por las hojas o, en todo caso, se pedía que el PSOE las asumiera, que era como pedir la cuadratura del círculo porque la reivindicación de Al Ándalus, sencillamente, no puede hacerla una España con base historiológica en la Reconquista sobre la que sigue sustentándose toda ella, PA, PSA y la sopa de letras que viene detrás, incluidos.

De modo que el llamado nacionalismo andaluz no ha encontrado otra seña de identidad que reivindicar, no las ideas sino la memoria del Padre de la Patria Andaluza que, a estas alturas, es como reivindicar la geometría euclidiana o las bodas en la iglesia: una manera como cualquier otra de marear la perdiz. ¡Con lo bien que le hubiera venido a Andalucía (y a España, como el referéndum) encontrar otro sitio del que partir para a continuación encontrarse a sí misma!

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