Conforme se empiezan a conocer las declaraciones del juicio que comenzó ayer en la Audiencia Nacional por los errores en la identificación de los cuerpos de las víctimas del accidente del Yak-42 se vislumbra el cuadro generalizado de imprevisiones, improvisaciones y negligencias que presidió el trabajo de identificación y traslado de los militares fallecidos en el accidente ocurrido en Trebisonda (Turquía) el 26 de mayo de 2003. El general jefe que coordinó este operativo dijo ayer que no pudieron acceder a las cámaras mortuorias donde estaban los cadáveres, que no pudieron tomar muestras de los restos y que, además, firmó un documento en turco para llevarse los cuerpos a pesar de que no tenía ni intérprete y no sabía no lo que estaba firmando. El cúmulo de despropósitos es injustificable, sobre todo si se conocen los resultados de este proceder: la identificación errónea de 30 de los 62 cadáveres de los militares españoles.
