Cuando una mujer adulta finalmente decide romper con su maltratador y buscar ayuda suele haber pasado un largo calvario de violencia psicológica y física, que hace que "si da el paso es porque ya está dispuesta a seguir" un proceso que frustra un proyecto vital y, por tanto, es difícil de iniciar.
Las jóvenes, sin embargo, no han pasado por ese recorrido y "no suelen ser conscientes de que son víctimas", pero "son más vulnerables a un sexismo más encubierto y sutil que las agresiones físicas" que si no se interrumpe puede llevarlas a acabar igual. Las adolescentes rompen más fácilmente con sus novios, pero si no se trabaja con ellas "vuelven a caer con parejas del mismo tipo hasta que se quedan embarazadas de uno y con ese se quedan".
El Instituto Andaluz de la Mujer, a través de la Asociación de estudios sociales por la igualdad de la mujer (Aesim), ha creado un servicio pionero de atención psicológica a menores víctimas de violencia de género que da atención especializada a estos casos y busca una "labor preventiva".
Paola Fernández es la coordinadora del programa en Aesim que, desde su puesta en marcha hace dos semanas, ha recibido tres casos de Sevilla y uno de Jaén, derivados de los centros de protección de menores tutelados por la Junta, los servicios sociales comunitarios y los centros de información de la mujer.
Ayudar a estas jóvenes de entre 14 y 18 años a reconocer situaciones de maltrato, mejorar su autoestima, orientarlas a buscar relaciones sociales sanas y darles a conocer la red de recursos públicos a su disposición son los objetivos del tratamiento terapéutico, que puede ser individual o grupal, que las profesionales del servicio realizan con las víctimas.
Fernández señala que a esas edades "el concepto del amor está muy sustentado en mitos del amor romántico que legitiman ciertas conductas sexistas". "Hay una invisibilidad del maltrato porque se asumen ciertos roles sexistas, como que el novio tiene que decir a qué lugar se acude o con quién salir", explica.
Y si en cualquier caso de violencia de género el entorno es fundamental para dar la voz de alarma -aunque apenas el 8% de las denuncias procede de las propias víctimas o sus familiares directos frente a un 76% de atestados policiales y un incremento en las de los servicios sanitarios-, en el caso de las menores, además de la implicación de los centros escolares, "el papel de los padres es fundamental".
En el servicio, por tanto, también se prevé trabajar con ellos, "sobre todo al principio porque lo normal es que vengan muy angustiados y lo primero que se les va a ocurrir es no dejarlas salir por miedo y eso nos puede entorpecer el trabajo". En cuanto a los síntomas que deben poner a éstos en alerta, Fernández aludió a "cambios de actitud de la chica, que esté más triste, que ya no salga con amigas, un novio controlador y que ellas justifiquen ese control...". No obstante, la coordinadora del programa deja claro que "no hay recetas" y lo fundamental es "mantener una actitud de diálogo, como ante cualquier otro tema como la adicción a las drogas, para ver qué tipo de relación tiene con su novio".
La iniciativa de este servicio surgió tras cuestionarse "por qué pese a la inversión en programas de prevención contra el maltrato parece que la información no ha llegado a los adolescentes, que muestran un nivel de tolerancia a conductas sexistas que favorecen la violencia de género. La conclusión es que todo el mundo tiene claro cuándo hay una agresión física pero la psicológica no está tan clara".