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Las otras barreras que cercan los jardines sevillanos

A falta de más vigilancia, las verjas se han convertido en el antídoto contra vándalos

el 15 oct 2012 / 21:50 h.

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A falta de debates en Sevilla, hasta se discute sobre la idoneidad de poner o no poner vallas al campo, o al parque o al jardín o a ciertas zonas al otro lado del río. En los últimos tiempos apenas hay zona verde en la ciudad que no tenga su tapia o verja, un síntoma más del poco civismo que impera. Pero, en cambio, se ha puesto en cuestión otras vallas, como las de la Isla de la Cartuja.

El bautizado como Crimen de la Movida de 1998, en el que un joven de 24 años murió apuñalado por otro de 17 en plena botellona en los Jardines de Murillo, provocó un intenso debate sobre la violencia juvenil y la Ley Penal del Menor, entonces recién aprobada, y también sobre la seguridad en la ciudad. Consecuencia de ello, estos céntricos jardines fueron vallados y empezaron a cercarse otros muchos parques, con acceso ya limitado para evitar la proliferación de botellonas por la noche.

Así, prácticamente todos los parques de la ciudad están separados por una barrera del resto de la ciudad, desde Bermejales hasta Amate, Celestino Mutis o Miraflores. Sólo algunas ampliaciones, como la del parque de San Jerónimo, han quedado exentas de estas barreras, fundamentalmente por falta de presupuesto.

Incluso hay monumentos que han sido incluidos en el perímetro vallado de un parque. Es el caso de la Plaza de España, integrada ya en el recinto del Parque de María Luisa. Un intento más por protegerlo de vándalos y amigos de lo ajeno. Y aun así, el debate sobre la seguridad en espacios históricos como éstos está abierto, ya que vecinos y conservacionistas exigen más recursos para frenar desperfectos y actos vandálicos.

Y mientras las vallas cercan las zonas verdes, el parque Científico y Tecnológico de Cartuja se abre poco a poco. Desde hace meses, algunas puertas del recinto de la Expo 92 están abiertas, pero el rechazo frontal de los empresarios impide que el cercado desaparezca. Para los empresarios de la Cartuja, las vallas blancas que la rodean son un elemento disuasorio importante antivándalos y también antibotellonas. Consideran que no se dan las condiciones para tirarlas. Incluso se barajó instalar cámaras, pero ¿quién las paga?

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