Cultura

«Las películas de Walt Disney deberían reservarse para adultos»

El escritor que integró el equipo de guionistas del programa ‘La Bola de Cristal’ medita acerca del sentido de la lectura y la necesidad de inculcarla a los niños desde la más temprana edad

el 16 ene 2010 / 20:48 h.

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Siempre con un punto de vista certero y nada domesticado, Santiago Alba Rico, uno de los guionistas del mítico -y tantas veces añorado- programa La Bola de Cristal, y autor entre otros de los libros Leer con niños (Caballo de Troya), Capitalismo y Nihilismo (Akal) o Irak, un cuento para niños, este último en formato e-book, descargable gratuitamente desde la red, reflexiona sobre la literatura como "es el único camino posible, al mismo tiempo, hacia el mundo común y hacia uno mismo. Pero nos quedamos en medio: el centro comercial, el parque temático, la televisión", asevera el escritor. En unos meses la editorial Hiru añadirá un nuevo título a esta interesante bibliografía, El naufragio del hombre.

-¿Por qué es necesario leer con niños?

-Es necesario jugar con niños, correr, cocinar, viajar con niños, porque, como decía Lucrecio, atemperan la brutalidad de los mayores y obligan a tomarse en serio los objetos. Son grandes concentraciones de realidad. En cuanto a los libros, lo he dicho alguna vez, son relojes. Y leídos en voz alta nos sacan del tiempo rápido, uniforme, de la digestión -es decir, del consumo- para inscribirnos en el tiempo del relato, el único medio ecológico donde criaturas y acontecimientos cobran sentido.

-¿Existe la literatura para niños o jóvenes más allá de la literatura específica para ellos?

- Me temo que esos cortes -de edad, de género, de etnia- tienen que ver sobre todo con la explotación especializada de franjas de consumo. El resultado es la enorme hipocresía de una sociedad que se sentimentaliza en lugares separados, a determinadas horas, mientras apoya guerras o desprecia a los inmigrantes y entrega a sus niños, en una especie de sacrificio ritual, a las multinacionales capitalistas. Por lo demás, los criterios para establecer estas separaciones son errados. Si pensamos en el cine, creo que las películas de Walt Disney, como los libros de Sade, deberían estar reservadas para adultos bien preparados que pudiesen protegerse de sus hechizos corruptores. Lo que sí es claramente para adultos es el mundo; y no hay apenas adultos para gestionarlo o analizarlo.

-¿La literatura del aburrimiento actual puede acabar por invisibilizar a esa otra literatura que va más allá de las modas y los géneros simplones?

-El problema en el capitalismo es siempre de superproducción paradójica: demasiado trigo y al mismo tiempo hambre, demasiada leche y sed, demasiados libros e ignorancia. La buena literatura es incompatible con un mercado que quema más libros que el régimen nazi y que no permite que lleguen a cristalizar tradiciones, escuelas, corrientes, miradas comunes. Y la buena literatura no puede salvarse a sí misma; debe salvarse con todo lo demás.

-¿Por qué es tan necesario aburrirse hoy?

-Nos han robado nuestros medios de producción pero también nuestros medios de ocio y conocimiento, completamente estandarizados en el exterior al servicio de la llamada industria del entretenimiento. Nos obligan a divertirnos como nos obligan a trabajar. Aburrirse es la condición para la recuperación del tiempo; es decir, de la narración y la conciencia.

-¿Y qué significa entretener?

- Yo diría que, asociado a la llamada industria del entretenimiento, tiene el sentido muy claro de quedarse en el camino, a medio camino. Se nos entretiene, se nos mantiene con vida -como se habla de manutención de un cuerpo o un motor- en una especie de pasillo donde no pasa nada: donde las cosas y sus imágenes se limitan a pasar delante de nuestros ojos, sin que podamos atraparlas o compartirlas.

-Si la cultura es sólo entretenimiento, ¿para qué sirve?

-El peligro está en confundir cultura con mercancías culturales, las cuales -como todas las mercancías- son la negación misma de la cosa que nombran y parecen llevar dentro. De hecho, verdadera cultura, hoy en día, sólo se produce contra el mercado, incluso cuando, a veces, es asimilada o difundida por él. Como el mercado no es puritano acepta también las cosas buenas. Pero las cosas buenas nacen siempre en otra parte. Cultura es cualquier operación orientada a reproducir el medio propiamente humano de la humanidad y por eso es más cultural una madre que cose un botón que la llamada Alta Costura.

-La generación entretenida y concienciada con La Bola de Cristal, ¿les reconoce como mentores?

-La Bola de Cristal reunió en una encrucijada muy volátil dos corrientes destinadas a separarse e incluso a enfrentarse con el tiempo. Hoy la mitad de los espectadores del programa recuerdan y se identifican con la movida; la otra mitad con sus contenidos políticos, muy críticos y subversivos. Salvo excepciones, los cantantes de La Bola son hoy de derechas; los que fuimos sus guionistas cada vez más de izquierdas. Hay, sí, una media generación que, casi obligada por la televisión que se hizo después, reconoce su deuda política con un programa fresco y chapucero que trataba a los espectadores, también a los niños, como mayores de edad.

-¿Hacia dónde va la lectura?

-No hay que equivocarse: a la lectura nunca le ha ido demasiado bien. Leer es un trabajo y ya Cicerón se quejaba de lo poco que leían los romanos cultos. Ha sido sin embargo una posibilidad maravillosa -de democratización y racionalización de la humanidad- que no llegaremos a agotar. Mucho antes de que el mundo entero esté alfabetizado y mucho antes de que sea realmente "letrado", se nos exige incorporarnos a un nuevo paradigma, el digital, del que sólo sabemos que subvierte nuestra forma de abordar la realidad, y de abordarnos a nosotros mismos.

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