Manzanares pronunció su particular lección magistral ante un auditorio formado por aficionados de todas las procedencias. / Rodríguez de la Vega Los cerrados de la ganadería de Pedro Trapote, el célebre propietario de las discotecas Joy, se abren a dos pasos de Castillo de las Guardas, pasando la pedanía de Arroyo de la Plata. La vacada continúa, sin solución de continuidad, esa particular ruta del toro que arranca en la Venta el Alto, junto a la moderna autovía A-66, y conduce hasta la raya con Portugal. La finca Las Majadillas, solar de uno de los dos hierros del industrial vallisoletano, era el punto de reunión para una cita que reunía muchos atractivos y no estaba exenta de cierto morbo: José María Manzanares iba a ejercer de profesor de los aficionados prácticos en el curso comandado por el diestro Eduardo Dávila Miura y los empresarios Rafael Peralta Revuelta y Nacho Moreno de Terry. Se trataba del primer tentadero organizado dentro de la última edición de ese curso de toreo práctico que ha revolucionado la relación con el toro y el oficio de torear de aquellos aficionados que no se conforman con ver la fiesta detrás de la barrera. El trabajo de Eduardo Dávila Miura, su sentido didáctico y la capacidad de motivar a los practicantes ha supuesto un auténtico revulsivo que se ha traducido en la creación de numerosas asociaciones de toreros amateurs repartidas por toda la piel de toro. La iniciativa arrancó en marzo de 2011 en Espartinas y el curso del pasado fin de semana volvía a sus orígenes escogiendo el coqueto coso de Tablantes como aula de la formación teórica y los entrenamientos de salón que precedieron a la prueba definitiva ante las becerras de Trapote para los alumnos más avezados en la jornada del sábado y ayer mismo con las reses de Garzón para todos los alumnos matriculados. El alicantino desveló los secretos de la lidia. / Rodríguez de la Vega La oportunidad de contar con José María Manzanares como catedrático de excepción dotaba a la cita de un indudable atractivo añadido. El diestro alicantino, de paso, se acercaba a la plaza y la afición que dejó de verlo este año tan viciado en lo taurino que pronto tomará nuevo rumbo. Manzanares sorprendió a los aficionados prácticos desvelando algunas de sus manías personales y profesionales. Su afán perfeccionista le lleva a revisar hasta el último milímetro el corte y el vuelo de los trastos que usa en su profesión. No en vano ha sido pionero en la introducción de una espada de ayuda realizada en fibra de carbono que aligera notablemente el peso de los avíos para buscar la mejora del trazo de los muletazos. Pero el torero se metió pronto al auditorio en el bolsillo recalcando las bondades y la importancia básica del toreo de salón en el entrenamiento de los toreros. «Mi padre siempre decía que nos tenemos que preparar para torear el toro soñado pensando que nos puede salir en cualquier sitio, da igual que sea Andújar, Almagro o Madrid», explicó el matador precisando que «la mentalización es muy importante y cuando estás toreando de salón también trabajas la mente. Piensas que estás en el ruedo, que estás toreando y puedes imaginar cómo quieres que sea el animal, que se vaya más largo, que se quede más corto...». En esa línea, el torero ahondó en la necesidad de conocer las reacciones y el comportamiento de cada toro en función de su encaste: «Además de prepararme para torear ese toro soñado intento aproximarme al astado que voy a encontrarme en la plaza; los problemas que puede plantear un toro de Victorino no son los mismos que los que ofrece el de Domecq o el de Núñez», explicó el diestro alicantino abriendo un terreno vedado para la mayoría de los aficionados: esa necesaria preparación mental del torero. «Aunque parezca aburrido, en el momento en el que os ponéis a torear de salón os metéis en otro mundo. El día que lo practicas parece que te falta algo» desveló el matador haciendo una sorpredente comparación con esos pilotos de Fórmula Uno que preparan los circuitos con los ojos cerrados, sentados en una silla. «El toreo de salón es algo así, pero hay una diferencia: las curvas nunca están en el mismo sitio; el toro que tienes delante siempre es diferente pero estás acostumbrando a tu cuerpo y a tu mente a lo que va a pasar y aunque tú no te des cuenta, todo eso te sale delante del animal gracias al toreo de salón». En ese punto, Dávila Miura, que valoró la vocación como un pilar irrenunciable en la preparación de un torero, apostilló que «delante del toro se sufre mucho y ese sufrimiento sólo se puede afrontar gracias a la preparación física y la mentalización. Pero si no acostumbras tu cuerpo es imposible; el toro y el público lo detectan». Pero esa no fue la única aportación teórica antes de que salieran las tres becerras excelentes y de enorme duración de Toros de la Plata. Manzanares siguó desbrozando el terreno que separa al simple aficionado del profesional: «tienes que conseguir un cuerpo fuerte pero también una mente fuerte que te de seguridad delante del toro: a partir de ahí sólo tienes que preocuparte de solucionar los problemas del animal y de expresarte». Esa expresión tiene un apoyo fundamental en el temple, que el Manzana entiende, más allá del don innato, como una consecuencia del conocimiento de los terrenos y las querencias de las reses. Pronto lo veremos en Sevilla y en su plaza. Seguro.