Hablaré de Córdoba. De una rosaleda en los Jardines de la Agricultura, una franja-oasis (casi enlaza con los Jardines de la Victoria) en una ciudad tacaña en zonas verdes. Hoy esa rosaleda es tierra excavada tras una lona, puesto que el espacio que ocupaba se cedió al Ministerio de Cultura para construir una biblioteca. Apenas nadie lo impidió: sí se manifestaron los ecologistas, también algunos escribimos algo desde la distancia, pero ya. Los vecinos ignoraron, los demás nos resignamos, y en otoño las máquinas destruyeron la convivencia entre libros y flores.
Intuyen bien: conecto con la biblioteca proyectada en el Prado de San Sebastián, cuyas obras ha paralizado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Se protege una zona más extensa que el ejemplo cordobés, con valor histórico ?lo asegura la sentencia? y una diferencia que inclina la balanza: las denuncias de los vecinos, que desean que los libros no acaben con los árboles. Por un lado, una biblioteca frenada supone siempre una mala noticia; y más si la firma una artista como Zaha Hadid, con la pátina de prestigio que ello aplica a cualquier ciudad. Pero, por otro, el derecho de los ciudadanos a los parques públicos, a que los pulmones tengan más razón que los tubos de escape.
Pero me corrijo: no se lucha contra un automóvil, sino contra libros, y contra puestos de lectura o estudio, que no afectan a nuestra salud y ?cursilería va? alimentan el alma. Tampoco el parque desaparecerá: sólo un 8% que, frente al jaleo, suena simbólico. Ya ven: me alegra que el TSJA lo tenga tan claro, porque yo no sé si los motivos los exhiben unos u otros, si los comparten? E ignoro si la piña vecinal ha contratado unos abogados de lujo, si el azar les ha sonreído escogiendo a unos jueces sensibles, si las leyes poseen rincones en los que resguardarse; tampoco si los recursos permitirán reanudar las obras. Con la de espacio libre que hay por ahí, quién les manda escoger unos metros cuadrados que ya resultan útiles para muchos?