A Lille y con derbi a la vista. Los días previos al descanso navideño de 2004 iban a ser muy interesantes. En sólo cuatro días íbamos a tener el último partido de la liguilla en Lille (Francia) y, a la vuelta, el domingo, el esperado Sevilla-Betis, vivido intensamente por Joaquín Caparrós y Lorenzo Serra Ferrer en una temporada en la que los dos ansiaban estar en lo más alto de la tabla para seguir los periplos europeos. Se vivían días interesantes porque el fútbol en Sevilla cuando los equipos pelean entre sí por la supremacía se viven como en ningún lugar.
Lille está en la frontera con Bélgica, en el norte de Francia, y en las vísperas de las Navidades de 2004 nos recibió con mucho frío y niebla. Dos hechos que relato en las columnas me sucedieron en aquel viaje. Uno, físico, y otro, un reencuentro con un alcalareño que era nada más y nada menos que Jefe de la Gendarmería del Norte de Francia. Caparrós se había llevado a toda la plantilla a Lille y sigo pensando que con la mente puesta más en el derbi del domingo que en el partido contra el OSC. Hoy, cuando repaso la alineación, observo cómo Javi Navarro, Renato y Julio Baptista ni se vistieron y se alinearon jugadores que en la actualidad militan en Segunda como Notario y Antonio López (en el Albacete) o Pablo Ruiz (Cartagena) más otros como Jordi López o Darío Silva. Háganse pues una idea de la plantilla de la UEFA de 2004/05 y la actual que juega la Champions. En honor a la verdad hay que decir que en la banda derecha jugaban Sergio Ramos y Daniel Alves por delante, con cuyos fichajes por Real Madrid y FC Barcelona, el Sevilla pudo hacer muchas inversiones para conformar el actual equipo.
Perdió en el estadio Metropole el Sevilla por l-0 en una noche terriblemente fría con 300 aficionados en las gradas y donde pude saludar antes del partido al comentarista de Canal Plus Francia, mi buen amigo Faruk Hadzibegic. Aquella derrota hizo que el equipo tuviera que jugar la siguiente eliminatoria ante un rival procedente del grupo Champions, que fue el Panathinaikos.
Complicada eliminatoria en Grecia. Desde aquellos espectaculares y duros duelos con el PAOK, el Sevilla no había vuelto a Grecia. Pasada la liguilla, la primera eliminatoria la tuvo frente al Panathinaikos. En la UEFA juegan en su estadio los verdes de Atenas. El Apóstol Nikolaidis es un reducto donde se hace fuerte el ‘Pana'. Tiene una zona llamada ‘Gate 13' que da hasta susto pasar por el túnel de esa puerta. Para llegar a la zona de retransmisión tuvimos que pasar entre unas gradas cubiertas con alambre de espino que nos separaban de los espectadores. Una imagen poco edificante para un espectáculo cuyo fin primordial debe ser el divertimento.
El ambiente andaba enrarecido y Caparrós estaba muy enfadado por unas declaraciones en un periódico deportivo local en el que aparecían unas manifestaciones del entrenador mexicano de Osasuna, Javier Aguirre, cuyas disputas eran frecuentes con el de Utrera, en el que explicaba la fórmula que debían emplear para ganar al Sevilla. El cuerpo técnico quería que el equipo se distendiera y no entrase al trapo y aun teniendo un tiempo muy desfavorable Caparrós se llevó a los suyos a dar un paseo por la Acrópolis y despejar la mente de los futbolistas antes del partido.
Con mil aficionados sevillistas en las gradas del Apóstol Nikolaidis se iba a jugar el que sería el primer partido europeo como nervionense de Adriano. En un ambiente muy cargado por la presión de las gradas a favor de su equipo, los sevillistas perderían por 1-0 y darían la vuelta en Sevilla con dos goles, uno de Adriano y el decisivo de Makukula, que sería su única participación exitosa en el Sevilla debido a su gravísima lesión. Aquellos primeros partidos de UEFA se vivían con una enorme efervescencia y el sevillismo vibró en el Sánchez-Pizjuán con ese gol de Makukula en las postrimerías del partido que daba alas a las ilusiones en la competición continental que un año después colmaría de gozo con la conquista de Eindhoven.
La desilusión llegó en Parma. Había muchas ilusiones puestas en el enfrentamiento con los italianos del Parma. El otrora gallito del Calcio andaba sumido en los puestos de descenso. Las deudas y la quiebra del gigante de los lácteos europeos Parmalat, su patrocinador, habían dejado al club en manos de posibles compradores -se hablaba de Lorenzo Sanz- y hasta su estrella Gilardino estaba traspasado al AC Milan para la siguiente temporada. El Parma buscaba más la supervivencia y seguir en la máxima categoría que la aventura europea.
El Sevilla se presentaba como favorito. En casa, con numerosísimas ocasiones de gol, se llegó al final con empate a cero y pese a llevar un resultado tan preocupante nadie esperaba que en la vuelta el Parma, con Gilardino en el banquillo pero con un Sevilla inoperante, ganara 1-0, quedando eliminado el Sevilla tan cerca de los cuartos de final.
La eliminatoria de Parma significaría el adiós a la etapa de Caparrós al frente del Sevilla una vez finalizada la temporada, pese a clasificarse para la UEFA. Es evidente que las etapas largas en el banquillo desgastan enormemente. A Caparrós le sentó tan mal la reacción de un grupo de aficionados ultras en las instalaciones del aeropuerto parmesano Giuseppe Verdi que llegó a decirles "no es más sevillista el que más chilla". Intervinieron los jugadores y los dirigentes para aplacar los ánimos, pero la marcha de Caparrós estaba muy cerca. Estoy convencido de que se precipitó con aquella eliminación y el disgusto que recibió de los aficionados olvidadizos de lo mucho que había hecho por el club cuando Roberto Alés le llamó a Huelva para que se hiciera cargo de un equipo con muchísimas dificultades.
Un viaje gafado. Aquel viaje a Parma, con cerca de dos mil aficionados sevillistas por las calles de la ciudad italiana esperanzados con seguir adelante, tuvo un inicio gafe. A la llegada del avión al aeropuerto Giuseppe Verdi, que estaba en obras por su remodelación, un ala del avión derribó un poste provisional de la luz y pasamos un apuro grande por el susto en el aterrizaje. Mal presagio. El pequeño hall del hotel estuvo casi invadido por los aficionados sevillistas ávidos de saludar a los jugadores y el clima de confianza en la eliminatoria por las penurias económicas y deportivas del rival fueron los que llevaron a esa situación de decepción final. Recuerdo el paseo con Víctor Fernández, compañero del diario AS, por la catedral y el baptisterio y cómo el césped de la zona universitaria estaba materialmente tomado por los aficionados sevillistas en una mañana soleada del mes de marzo. Y cómo mis buenos amigos Paco Artacho, Paco Díaz Mingorance, Antonio Martínez Ayala y Arturo Candau con sus familias terminaban con las existencias del popular queso parmesano en una tienda especializada que había junto al hotel. Ya saben aquello de que "las penas con pan son menos", y todavía menos si se le añade una buena porción de queso.
Así que adiós a la UEFA en la primera visita del Sevilla a Italia. Decepción y la premonición confirmada de que a final de temporada se acaba la era de Joaquín Caparrós. Y a mirar hacia delante, porque al Sevilla le esperaba la gloria europea en la siguiente temporada, en la que se sentaría en el banquillo el técnico de los cinco títulos, Juande Ramos.