Curiosamente, al contrario de lo que se pudiera pensar, en cofradías muchas veces se regala más al que más tiene en contraposición de dar poco o nada al que menos posee. Y así sucede que en vez de ayudar al Alcoyano, al Colspe o al Palamós, resulta que un benefactor regala un piano al Real Madrid o un telescopio al Barcelona y, créanme, por esas cosas a los modestos no les suele llegar casi nada. Si distinguimos caridad de gastos propios, todavía tendría un pasar que un señor, una sociedad, o una fundación (para Fundación el de los Negritos, ese sí que quita los pecaos) regalara a la bolsa de caridad de una grande, un cortijo, un palé de jamones o un Baldomero (en Sevilla Baldomero no es otro que Ressendi); pero para gastos propios o sostenimiento, con el dinero de los hermanos y la subvención (yo, a los cerca de cinco kilos que una hermandad de dos pasos atrinca por pasar por Campana, le llamo "concierto") van sobrados. Me parece a mí, carísimos lectores, que no me entienden, Pues bien, me explicaré de otra forma: si el hijo de un administrativo de banco, Dios no lo quiera, coge una enfermedad fatal y de tratamiento carísimo, que solo en Suiza, NY y Houston la combaten con fiabilidad, es lógico acudir en socorro económico del mismo para intentar la curación del chiquillo; pero (siempre hay un pero), si el hijo de una figura del toreo tiene los dientes torcidos y le ayudamos para que se pague la ortodoncia, me parece que estamos o tirando el dinero o privando a un auténtico necesitado de una ayuda. ¡Señores, haber si nos centramos cuando demos pasta!
José María Font Ortiz es abogado
