Con sólo tres años de vida, Circada se está consolidando como una de las propuestas más interesantes del panorama escénico sevillano. Y es que, más que una oferta de circo al uso, se trata de aunar el lenguaje de las artes escénicas con las técnicas circenses.
En ese sentido, la gala que nos ocupa es un claro paradigma del espíritu del festival. En ella se mezclan los números de circo con el humor de Gorka Ganso (Euskadi), un singular maestro de ceremonias que sorprendió al público recibiéndole con un bien perfilado personaje, a caballo entre el payaso blanco y los grandes personajes del cine mudo, que supo darle a la gala, con un derroche de recursos, algo muy difícil en este tipo de espectáculos, esto es, una unidad dramatúrgica sin necesidad de un hilo argumental.
No obstante, esta unidad no se habría completado sin la presencia de la música en directo que el sevillano cuarteto Entrecuerdas, con Luis Navarro a la cabeza, tuvo a bien regalarnos, todo un torrente de maestría y generosidad puesto al servicio de las disciplinas circenses cuyos protagonistas alcanzaron un inmejorable nivel técnico.
Le tocó abrir a Marie Klimesova, una bailarina checa que, no conforme con la danza clásica, desafía los límites del equilibrio colgada de una tela por la que se desliza y se enrolla, como si formara parte de su cuerpo, para conformar una impactante pieza de baile.
Le siguió el dúo Canaca (Cataluña), dos simpáticos payasos acróbatas que desataron el aplauso entusiasmado del público. Al igual que La Deblace (Comunidad Valenciana), que nos mantuvo expectantes con el vértigo entrañable de sus juegos malabares. Y para terminar, la explosión de lirismo y la brutal técnica del diálogo con el mástil de Ignasi Gil (Cataluña), que nos confirmó el clásico lema circense del más difícil todavía.
