-Sí, hombre, inventado estaría. Él sólo lo metió en la radio.
-Como el dicho ese: un hombre es dueño de su silencio, y esclavo de sus palabras.
-Más o menos. Pero déjame leer esto de El Correo: "Jesús Quintero, onubense de 1940..."
-Pero bético.
-Al parecer, hasta las trancas. "Empezó muy joven..."
-¿En tiempos de Villamarín?
-Se refiere a la radio. Hacía un programa benéfico para el párroco de su pueblo. Luego Radio Popular, Radio Nacional... Ahí vendría su programa más famoso, El loco de la colina.
-Me acuerdo perfectamente. Es más, yo todavía le digo a mi mujer, por ejemplo: "Siéntate ya, que va a empezar el programa de El loco". Y ha llovido.
-Treinta años, nada más.
-A mí lo que me gustan son esas preguntas que hace, que no te las esperas. Cómo se le ocurrirán esas cosas...
-Bueno, tiene un guionista. Uno de aquí cerca, de Paradas, Javier Salvago, que además es un pedazo de poeta. Será Loco, pero sabe acompañarse.
-¿Entonces él que pone?
-Pues el estilo. El tono. La improvisación. El verbo pausado. El silencio. Es el John Cage de nuestras ondas.
-Y dale con el silencio.
-Sigo: "Saltó a la pequeña pantalla con El perro verde..."
-Ah, ese sí me gustaba tela. Ahí empezó a invitar a todos esos frikis, ¿no? Media España conocía a alguien de su barrio que servía para que lo entrevistara el Quintero.
-Hombre, antes había entrevistado a Borges. Le preguntó si ya le habían dado el Nobel, y el argentino, al que no se lo daban ni a tiros, respondió: "Sentate".
-De ahí a Coto Matamoros y al Risitas sólo hubo un paso.
-Cada quien tiene su historia, y ante Dios y ante un micrófono todos somos iguales. Todos menos Antonio Gala, que es de otro planeta, ¡memorables interviús!
-Yo me sabía de memoria partes enteras de sus entrevistas con Silvio, el roquero sevillano. Qué arte más grande: "Hubo una época en Sevilla que fue sucedáneo..."
-Hablando de buenas melopeas, recuerdo haberme cogido alguna en un bar que él regentó, el Café Placentines.
-Eso sí es un buen negocio, joé, un bar. No como el periodismo, que está de ruina.
-No, todavía no había llegado la crisis. No ésta, al menos. De hecho, Quintero no paraba de trabajar: Qué sabe nadie, Trece noches, La boca del loco en la tele, y también El lobo estepario, que fue lo último que hizo en radio.
-¿Sabes? Lo que tiene el tío es que se da pisto. Sus ricitos. Sus cigarritos. Sus cubatas. Sus fulares de colores. Sus gafas de sol.
-Y la risa esa, que le dicen risa sorda pero más bien debería ser risa muda, ¿no? Que parece que se engollipara con una raspa de anchoa.
-Bien se lo pasa desde luego, no hay más que verle.
-Hombre, lo de Cuerda de presos tuvo que ser un traguito. Los programas talegueros aquellos, que le valieron más de un premio y dieron para un libro, incluso.
-¿Qué más dice ahí?
-"Su espacio El Vagamundo dio a conocer a algunos de los personajes más populares de principios de siglo XXI en España..."
-Se ha pasado un poco, el de El Correo. Está claro que es fan.
-... Y acaba hablando de Ratones coloraos, de La noche de Quintero, y ahora otra vez Ratones...
-¿No dice que también fue pregonero del Carnaval de Cádiz?
-Déjame ver... No, no dice nada de eso.
-Pues vaya.
-Lo último es que ha abierto un teatro en la calle Cuna, el Teatro Quintero.
-Muy original el nombre.
-Que le ponga como quiera, para eso es suyo. ¿No le pone la gente a la parcela de Carmona el nombre de la suegra?
-Touché. ¿qué más?
-Nada. Lo demás está en blanco.
-¿Cómo en blanco?
-Como si el periódico se hubieran quedado sin tinta.
-¿A ver? Qué raro.
-Ya sé qué va a ser.
-¿Lo qué?
-El tan cacareado silencio.