Por Diego Valderas Sosa / Vicepresidente de la Junta de Andalucía. Cuando se acepta lo que es inadmisible como inexorable empezamos a renunciar a las cosas vitales. Y comienzan a aparecer los silencios. Silencio cuando un compañero recoge callado la mesa de trabajo. Silencio cuando se despide. Cuando se amordaza. Cuando se abusa. Silencio. Quizás, y solo quizás, el objetivo de un modelo económico inviable por estar confrontado con todo lo humano no era conseguir seis millones de desempleados, desahuciar a gente de su hogar o que trabajemos más por menos o por casi nada. Era crear un país con miedo. Por eso, la situación del conjunto del periodismo requiere de soluciones audaces, no basadas en meras declaraciones de intenciones, sino en la recuperación de la dignidad en el ejercicio de una actividad profesional. Nunca antes hubo tanta disociación entre la importancia que públicamente se concede a la prensa libre y las condiciones laborales en que han de ejercer su profesión. Por eso es especialmente necesario, ante situaciones como las que afectan a los hombres y mujeres que hacen posible que diarios como El Correo de Andalucía lleguen cada mañana a todos los municipios de Andalucía, a los cuales ha mimado en el tratamiento de la información que se producía en el mundo local, ponerse del lado de quienes no han hecho otra cosa que construir un medio de comunicación plural, honesto en sus contenidos y solvente en sus reflexiones. Afirmaba André Gide que el mundo sólo será salvado, si es que puede ser salvado, por los insumisos. Reforzar las posiciones de insumisión consecuentes a un modelo economicista, apostando por el factor humano, por el valor económico del conocimiento, debe ser una responsabilidad compartida entre empresarios y trabajadores. Quienes atraviesan por esta situación hoy, como un nuevo capítulo de una profesión en permanente crisis, encontrarán más preguntas que respuestas en mis palabras. Pero deben servir para reaccionar. Para defender en lo que se cree, sin que por ello los profesionales honrados de un medio como El Correo deban vivir en la cuerda floja o trabajar con el peso de la incertidumbre por el futuro propio y de los suyos cada día sobre las espaldas. Necesitamos de un nuevo comienzo donde no quepa que el descuadre contable de un grupo empresarial se traduzca en sufrimiento de periodistas, jornaleros, estudiantes o servidores públicos. No es admisible. Sumarme a la plaza cuando los trabajadores de El Correo reclamaban su derecho a trabajar y hacerlo en lo que mejor saben hacer el pasado día 4 quiere expresar la solidaridad de clase que defiendo, pero también viene a reflejar el tipo de gobierno en el que creo. Gobernar siendo gente, padecer cada cosa que ocurra a quienes cada mañana cambian su fuerza de trabajo por un salario. Ser gente. Organizar a los que somos más. Hasta que los tabiques de lo injusto vayan cediendo. Para quienes nos sometemos al veredicto público de las urnas y que a diario nos enfrentamos al escrutinio de una opinión pública, dejar de contar con profesionales como los de El Correo de Andalucía no es concebible. No entendemos el servicio público sin vuestra voz. Nuestra democracia sería inviable. Si no están las voces de los trabajadores de la radio televisión pública de Madrid o de la Comunidad Valenciana. Si no estáis vosotros habrá menos libertad, porque sólo existirá la opinión de los dueños de las imprentas. Y eso es inadmisible. Un abrazo solidario.