La caridad cristiana justifica la desigualdad social del capitalismo, de ahí que bajo ella se esconda un acto de dominio de un hombre sobre otro. Es el tema central de esta obra con la que el autor napolitano Eduardo de Filippo denuncia las maldades de la burguesía de su época.
Se trata de una comedia con tintes de teatro del absurdo que remite, por el tratamiento de los personajes, a la Comedia del Arte italiana, aunque el texto delimita una dramaturgia repleta de ironía y unos diálogos plenamente contemporáneos. Con ellos el autor nos plantea una historia tan ácida y corrosiva con la que nos podemos identificar fácilmente, a pesar de lo absurdo de la situación que plantea: un hijo que pretende heredar los "sentimientos" que sentían hacia su padre una familia acomodada que lo había acogido en su seno.Tal vez por eso Saporano se decanta por una puesta en escena naturalista en cuanto a los elementos formales, como la escenografía, el vestuario o la música con los que sitúa la historia en el Nápoles de los años cuarenta, mientras dirige la labor actoral hacia un trabajo de máscara que incide en la comicidad del conflicto alrededor del que gira la obra.
Pero mientras algunos intérpretes, como José Manuel Seda, perfilan una máscara repleta de matices, otros apuntan más hacia una representación naturalista que alcanza su máxima expresión en el personaje de Concha Cueto. En ese sentido chirría un poco la interpretación de Ernesto Alterio quien, claramente inspirado en Groucho Marx, elabora una actuación que, aunque intrigante, resulta un tanto histriónica.
