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Lo que se dice impotencia

El Betis jugó igual de mal y fue igual de inofensivo que en sus partidos de visitante de los tres últimos meses. El resultado, obviamente, también fue el mismo: derrota. De nada valió la enésima revolución del once.

el 24 ene 2010 / 19:57 h.

Así empezó y así acabó el Betis.
El Betis tenía la posibilidad de ser cuarto en la mitad de la Liga, pero lo único que encontró en Valencia fue cuarto y mitad -valga el juego de palabras- de más de lo mismo. Perdió, porque ya siempre lo hace cuando sale de su estadio, y nunca tuvo la posibilidad de vencer. No pisó el área rival con peligro y claro, así es imposible ganar un partido. De nada le valió a Antonio Tapia su enésima revolución. "Los principales culpables somos los que jugamos", dijo Iriney. Cuánta razón tenía. Es indiferente que el técnico repita la defensa que tan mal estuvo en Soria y tan bien ante el Salamanca. Es indiferente que recurra al trivote, esta vez sin Arzu. Es indiferente que Sergio juegue en la banda o arriba... Pueden cambiar los trajes, pero siempre es el mismo muñeco. Y ese muñeco, ahora, es un equipo quizás más ordenado en defensa pero que no hace nada de nada en ataque. Con la lentitud, el miedo, la falta de precisión y la ausencia de movilidad que hay en los jugadores del Betis, el área rival les cae no a cien metros, sino a cien kilómetros. No es que el Levante hiciese mucho, porque hizo lo mismo que el Betis, pero marcó. Ahí se acabó el partido. El equipo verdiblanco no remonta a nadie y tampoco lo iba a hacer ayer, por mucho que Jonathan Pereira diese un poco más de movimiento al asunto. Y mejor no detenerse en recursos tan antigüitos como la ubicación de Rivas como delantero al final o en hechos como las faltas que lanzó Sergio García. El Betis es la impotencia personificada y está donde se merece su juego, sin más.

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