Cultura

Lo que Torres deja en el cajón

La consejera antequerana deja intactas a su sucesor la mayoría de líneas de trabajo del PECA. Rosa Torres sale del Gobierno con los deberes hechos en museos, pero deja el plan estratégico sin desarrollar

el 23 mar 2010 / 21:19 h.

Rosa Torres saluda cariñosamente a su sucesor, Paulino Plata.

A pesar de lo que muchos analistas políticos vaticinaban, la Consejería de Cultura no se ha fusionado con ninguna otra, manteniendo su independencia, como suele ser seña de los gobiernos socialistas, aunque cambia de titular. Rosa Torres, ahora presidenta del PSOE andaluz, se marcha justo cuando comenzaba a sentirse cómoda y a ganar entidad y peso en el Gobierno, justo cuando su gestión empezaba a valorarse al margen de la herencia y los dictámenes de Carmen Calvo y de la omnipresente voz de su ex viceconsejero José María Rodríguez, que llevó las riendas del departamento en su primera legislatura.


Torres ya es pasado. Ha dejado su cargo y sillón en el Palacio de Altamira en manos del también antequerano Paulino Plata, un político con amplia experiencia en la gestión pública que ya ha formado parte de varios ejecutivos andaluces.
Plata ha heredado una de las consejerías más lucidas de la Junta de Andalucía, pero también un departamento comprometido con múltiples proyectos aún por culminar. Son la mayoría de los casi 500 (479 en concreto) presentados en 2008 bajo el paraguas del Plan Estratégico de la Cultura de Andalucía (PECA), un documento redactado por Torres con las líneas maestras de la Cultura de cara a la legislatura que ahora se desarrolla (2008-2011) y del que apenas si se ha podido tachar alguna tarea cumplida.

Empecemos, sin embargo, por el capítulo del trabajo hecho. A pesar de ese papel pesado que es un PECA casi sin estrenar, Paulino Plata entra en la Consejería de Cultura con el alivio de estar en paz con las vacas sagradas de los museos. Los proyectos de ampliación del Bellas Artes de Sevilla y de reforma del Arqueológico han estado en tiempo y forma, con soluciones encomiables, como la anexión del Palacio de Monsalves a la pinacoteca y el encargo de la rehabilitación integral del segundo al arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra. Los casos del Museo Íbero de Jaén y el Palacio de la Aduana de Málaga, que será finalmente el Museo de Bellas Artes de esa ciudad, son similares y se han caracterizado por la agilidad del Gobierno andaluz, que ha colocado la pelota del futuro de estos proyectos en el tejado del Ministerio de Cultura –titular de los edificios y los fondos de cada centro y responsable último de cada proyecto–.

Hay, también, un éxito rotundo nacido de un fracaso administrativo. Es de justicia decir que Torres ha sabido convertir el descalabro de las Atarazanas –cuyo uso cultural llevaba sin resolver desde tiempos de Carmen Calvo– en todo un triunfo para la sociedad sevillana al ceder el espacio –en un convenio por 75 años prorrogable– a La Caixa y darle, así, a los astilleros medievales, el brillo patrimonial y la relevancia cultural del que será, según los responsables de la entidad bancaria, el Caixafórum más importante y singular del país.

La difusión del flamenco, mediante el impulso decidido de la segunda candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad –la primera fracasó– y la recuperación de grandes bienes del Barroco andaluz cerrarían el capítulo de las tareas que el nuevo consejero encontrará realizadas.

No obstante, Paulino Plata va a toparse, a su llegada al Palacio de Altamira, con una estructura organizativa a la medida de la consejera anterior, que trastocó, incrementó y creó cargos y áreas de nuevo cuño durante todo su mandato. A la vez que aumentaba la estructura, engordaba el tamaño de la administración y, en concreto, de su Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales, que incrementó su presupuesto general un 124% de 2004 a 2008, mientras que las partidas correspondientes a gastos de personal crecieron un 146%.

Otras áreas también aumentaron. Cultura ha llegado a tener con Rosa Torres dos secretarías generales y cinco direcciones generales, que se vieron el pasado año reducidas a cuatro, en pro de la austeridad, cuando José Antonio Griñán fue nombrado presidente de la Junta.

Aquí entroncamos con la ristra de proyectos enumerados en el PECA que se integran en el capítulo del enorme trabajo que queda por hacer (a dos años vista, teniendo en cuenta que la legislatura termina en marzo de 2012). Ahí van algunos de ellos: la creación de un Museo del Teatro de Andalucía, la búsqueda de una sede definitiva para la Biblioteca General de Andalucía, la construcción del Archivo General, el Museo del Flamenco en Jerez, la creación del Instituto Andaluz de Industrias Culturales, la puesta en marcha de una Agencia Andaluza de Arte Contemporáneo, la conversión del Centro Andaluz de Danza en Centro Coreográfico con sede en el Pabellón del Siglo XV, el Centro Andaluz para el Desarrollo del Audiovisual... y así hasta 479, valorados en 750 millones –según los datos aprobados en Consejo de Gobierno–.

A pesar de que se presentó como la hoja de ruta para la legislatura 2008-2012, el PECA se ha visto obligado a sucesivas modificaciones, en gran parte provocadas por los reajustes presupuestarios. Los primeros damnificados ya han sido los editores andaluces. El PECA preveía ir incrementando año a año las ayudas a la edición hasta alcanzar en 2011 los dos millones de euros. Sin embargo, a principios de 2010 la Dirección General del Libro anunciaba que eliminaba estas subvenciones y que se iba a estudiar otro modelo con el que apoyar a esta industria.

Pasada la etapa Torres, es ahora Paulino Plata el que deberá elegir entre mantener la línea de trabajo de su predecesora o arriesgar planteando una gestión rupturista, algo que se antoja complicado por los problemas económicos y la falta de tiempo.

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