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Lo sabrás dentro de tres días

Correos da por muerta la carta personal cuando se cumplen 250 años del nacimiento del primer buzón.

el 30 abr 2012 / 18:45 h.

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"El correo epistolar ya no existe. Si queda algo es anecdótico, para los nostálgicos. No ha podido con el SMS y todo lo demás, pero sobre todo con el móvil. Nos hemos vuelto muy comodones", comentaba ayer el director de la oficina principal de Correos en Sevilla, José García. Lo hacía con el tono de compasivo afecto de quien no imagina su infancia sin aquellos paseos diarios a la Alameda, de la mano de su abuelo, para echar la carta a su tío que vivía en Inglaterra; de quien tampoco puede figurarse su noviazgo sin las cartas que mandaba y recibía en la mili; pero también de quien sabe que aquel que no corre al compás del tiempo acaba siendo brutalmente arrastrado por él, a menudo con las más terribles consecuencias, empezando por la desintegración social, y de ahí para arriba.

"Es verdad, se han perdido para siempre aquellos tres días mágicos que transcurrían desde que alguien enviaba una carta hasta que otra persona la recibía", que es ese tiempo en el que puede pasar de todo, y de hecho pasa. Pero el caso es que dar rienda suelta al discurso fúnebre en memoria de la carta justo cuando se cumplen 250 años del primer buzón en España deja un regusto agrio en la celebración, a decir verdad. De hecho, Correos, lejos de haberse entregado a la melancolía de la carta lacrada y con la cabeza puesta ya en otras cosas (los nuevos hábitos de correspondencia social), acaba de celebrar no obstante un concurso para elegir el diseño del buzón del futuro, pensando más en la interacción con los ciudadanos que en la todavía lejana celebración en el año 2062 de sus tres siglos de existencia, aunque... como dice el director, con una sonrisilla que no le quita un gramo de seriedad a lo afirmado, "al 300 aniversario creo yo que no llega el buzón".

Podría afirmarse, incluso, que la agonía ha comenzado. José García explica que antes, cuando este tipo de servicios no estaban liberalizados, con los buzones pasaba como con las cabinas de teléfono, que había que instalarlos por toda la ciudad así tuviesen más o menos uso. Hoy, cuando no existe ya esa obligación, "Correos está restringiendo la instalación de buzones en la calle porque en algunos casos es algo ruinoso; hay buzones donde se recogen al día cuatro o cinco cartas. Esto sucede en algunas zonas de la periferia, claro, porque en el centro de Sevilla es distinto".  

Nadie está más solo que quien nunca ha recibido una carta, escribió Elias Canetti. Si Isidoro Moreno conoce o no este aforismo, es algo que importa poco llevando, como lleva él, treinta años de cartero en Triana; lo cual equivale seguramente, a efectos de currículum, a ser el autor de todas las citas célebres. Él, tal vez por su cercanía al fenómeno, tiene una visión menos fúnebre del estado de la correspondencia particular. "Sí que queda", decía ayer. "Algo suele haber, siempre. Es curioso. Unos que escriben muchas cartas son los críos de los colegios. Se ve que se lo dicen. Llega un cumpleaños de uno, o una fiesta, y se escriben sus cartitas. Luego, están las personas ingresadas en los centros penitenciarios que escriben a sus parejas. Estos envían unos sobres preciosos, muy historiados, con todo repleto de corazones y muñequitos... Decoran los sobres mucho, sí, y escriben cosas como corre, corre, cartero, que esta carta va para la mujer que más quiero, je, je. Muy emotivas."

Treinta años de cartero en Triana. "Sí, cuando llevas tanto tiempo la gente te conoce ya y te trata como si fueras de la familia y te cuenta que su hijo va a hacer este año la comunión", comenta, con evasiva elegancia, cuando se le pregunta si el hecho de que ya apenas se envíen cartas personales, sino avisos de embargo, condenas a la hoguera de la Santa Inquisición, órdenes tajantes de pago en el plazo de diez minutos y notificaciones de multas, hace que los paisanos se inquieten más que antes con la llegada del cartero. Era antes, y les soltaban a los perros, así que ahora... "Ahora ya no sale ni el perro", dice Moreno. "Eran las carteras de cuero que llevábamos, que por lo visto los encelaban."

El mundo estará muy tecnologizado y se avergonzará de todo lo que tenga pinta de analógico, pero cuando Isidoro Moreno quiere evocar alguna escena feliz de su trabajo, recuerda aquella ocasión en la que todo eso había fallado: no había luz, ni teléfono, ni aparatos informáticos, ni nada por el estilo. Acababa de ocurrir una gran calamidad en Sudamérica, "no recuerdo ahora si fue un terremoto o una inundación, no sé, porque fue hace ya años", y la madre de ese joven voluntario trianero se moría en sus propios brazos de pensar qué habría sido de su hijo. "No he vuelto a ver una expresión como la que vi en la cara de aquella señora cuando puse en sus manos la carta que por fin llegó de su hijo, que estaba vivo."

Es la excepción entrañable. Porque el Nobel búlgaro Canetti también escribió otras cosas: Uno no sabe nunca lo que resulta si las cosas cambian de repente, pero, ¿sabe uno lo que resulta si no cambian? Correos se ha volcado ya en el hecho inexorable e irreversible, al parecer, de la comunicación electrónica, entre otros quehaceres del siglo XXI, pero de momento cuenta también con 686 buzones en toda Sevilla (215 en la capital, 471 en la provincia). Y mientras los envíos de empresa, administrativos y publicitarios terminan de pensarse si se pasan a internet o no, el volumen de correspondencia sevillana es de 154 millones de envíos postales al año (del total de 4.400 de toda España). Y apenas el cinco por ciento de esta cantidad es correo de particulares. La inmensa mayoría de la población prefiere la demora de dos segundos del correo electrónico, desde que se envía hasta que se recibe, que esos tres días en los que estaba permitido soñar con una carta que aún no había llegado. Ya no puede pasar de todo. Pero ¿y el tiempo que se ahorra?

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