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Lo socialmente correcto

En muchas ocasiones en esta misma columna de opinión me he referido a la hipocresía que entraña el sometimiento a la tiranía de lo políticamente correcto, siendo partidario del progreso pero no de la estupidez de ciertas posiciones de pseudoprogresismo friqui...

el 16 sep 2009 / 01:52 h.

En muchas ocasiones en esta misma columna de opinión me he referido a la hipocresía que entraña el sometimiento a la tiranía de lo políticamente correcto, siendo partidario del progreso pero no de la estupidez de ciertas posiciones de pseudoprogresismo friqui, como lo calificaría Carlos Herrera, que, en todo caso, demuestran ignorancia, frustración o resentimiento. Ahora resulta que, cuando se reúnen varias personas, entre las que de género masculino son minoría, o dos y una de ellas, la de mayor rango, es mujer, lo más moderno, adecuado y guay superguay, divino de la muerte, es decir que estamos todas reunidas, obviando que en gramática existe un género neutro que engloba el femenino y el masculino. Pero claro, en ese radicalismo al que nos empujan, lo neutro es también sospechoso pues la consigna es que estás conmigo o estás contra mí, ya se ponga incluso como se ponga la Real Academia Española, tan reaccionaria e intransigente con nuestra lengua. A lo mejor ahora sería cuestión de replantearnos que el participio activo de muchos verbos se modifique, empezando por el del verbo ser, con lo que todos y todas pasaríamos a ser entas humanas.

Mas con todo, lo peor, es que el adoctrinamiento social de tanta estulticia encima nos cuesta dinero, en época de crisis, resultando lamentable que personajes con responsabilidad política alardeen de que van a acabar con el postmachismo a través de su disección, política forense que nace de la ideología de la discriminación femenina per se y que choca contra la más elemental lógica y herejía de lo socialmente correcto, que aboga por métodos curativos preventivos y a lo sumo quirúrgicos, pues en el fondo, la mayor parte de la sociedad sí cree en la igualdad, sin prejuicios de género, y en la necesidad de combatir situaciones concretas de desigualdad sin tener que tratar con cadáveres.

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