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Lorca, Sevilla y la solidaridad

el 19 may 2011 / 18:57 h.

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Bomberos del contigente sevillano realizando tareas de apuntalamiento.
-->--> -->Cuando la naturaleza ruge en forma de seísmo las consecuencias pueden ser incuantificables. Pero son en esos momentos de tensión y destrucción cuando la condición humana se hace más auténtica y la solidaridad con los afectados se convierte en un valor necesario, al que no se puede renunciar. Hay que actuar rápido.

Ayer regresaron a Sevilla los miembros del dispositivo desplazado por el Ayuntamiento hasta Lorca (Murcia), que desde el pasado sábado colaboraban en labores reparación y auxilio humanitario con motivo de la secuencia de terremotos que se cobró la vida de nueve personas la semana pasada.

El protocolo de ayuda se puso en marcha tras las primeras noticias del seísmo. El alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, contactó con su homólogo en Lorca, Francisco Jódar, quien aceptó de buen grado la ayuda hispalense. Tras una reunión con el delegado de Seguridad Ciudadana, Alfonso Mir, se decidieron todos los detalles del operativo.

El Ayuntamiento de Sevilla envió en los primeros momentos un total de 15.000 litros de agua, proporcionados por Emasesa y Aljarafesa, 500 pares de zapatos, ropa, alimentos y bebidas isotónicas cedidas por Alcampo y el Banco de Alimentos. Al lugar se desplazarían más de 30 profesionales del cuerpo de bomberos, protección civil y arquitectos, además de integrantes de las ONG S.O.S. Ayuda sin fronteras y de Arquitectura y compromiso social.

El convoy llegó el sábado a la ciudad y se pusieron rápidamente manos a la obra, ya que los bomberos de Lorca llevaban 48 horas trabajando a destajo y sin dormir. Pero España había respondido, y se procedió a dividir el municipio en 20 sectores, para coordinar de forma eficaz la labor de los cuerpos que se habían desplazado hasta allí. Al contingente sevillano se le asignaron los barrios de San Cristóbal y La Viña (uno de los más afectados).

“Nuestra principal virtud es que nosotros podemos actuar de forma autónoma, ya que contamos con miembros de protección civil y de bomberos, a los que se suman los arquitectos”, relataba a su vuelta Rafael Pérez, director del CECOP. En total realizaron 200 intervenciones que dieron cobertura a más de 3.500 personas. Por las mañanas tenían lugar las reuniones de trabajo, posteriormente los técnicos inspeccionaban los edificios y luego acudían los bomberos y protección civil para encargarse de su habilitación.

Tras el seísmo los edificios se calificaron mediante un código. Verde para los edificios perfectamente habitables, amarillo para aquellos que necesitaran trabajo de albañilería, rojo para los inmuebles con daños estructurales (a los que no se permitía acceder) y negro para los que debían ser derribados. La función de los bomberos era rebajar la calificación mediante trabajos de apuntalamiento para que las familias pudieran entrar a recoger sus pertenecías y documentos o incluso pernoctar en ellos. Los trabajos se realizaban con vigas de metal y madera (para sitios curvos) que muchos de los componentes habían puesto en práctica en otras labores humanitarias, como las que realizaron en El Salvador.

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