Local

Los apóstoles rinden tributo a Ortega Bru

"Ortega Bru era un hombre de arte", explicó un joven de alma cofrade a sus amigos cuando el misterio de La Cena bajó a tierra para rendir honores ante monumento de Santa Ángela de la Cruz. El imaginero no pudo ver en la calle a sus apóstoles hace 25 años, pero la cofradía de los Terceros quiso ayer alzarlos a los cielos.

el 15 sep 2009 / 01:51 h.

TAGS:

"Ortega Bru era un hombre de arte", explicó un joven de alma cofrade a sus amigos cuando el misterio de La Cena bajó a tierra para rendir honores ante monumento de Santa Ángela de la Cruz. El imaginero no pudo ver en la calle a sus apóstoles hace 25 años, pero la cofradía de los Terceros quiso ayer alzarlos a los cielos.

No había ni un hermano que no se acordara ayer de Luis Ortega Bru cuando, cirio en mano, salían uno a uno de la iglesia de los Terceros. El escultor dedicó los siete últimos años de su vida a esculpir los doce apóstoles que compartieron mesa con Jesús y, por desgracia, murió antes de poder ver a su obra maestra en la calle.

De eso hace ya un cuarto de siglo, pero la sevillanía no olvida ni al artista ni a su obra, al igual que su hermandad, que prepara actos de homenaje para el mes de octubre. Pero, mientras esas fechas se acercan, Sevilla rindió su involuntario tributo tomando la calle Sol y la plaza de los Terceros, para ver en primera fila sus gran obra. "Mejor la esperamos en San Pedro", comentaba una mujer, con su hijo montado en el carrito, a su marido al ver el gentio que abarrotaba las calles cercanas a la iglesia de Los Terceros.

Las filas de nazarenos con túnicas blancas enfilaron la plaza de los Terceros para iniciar su estación de penitencia, bajo el sol de justicia que hizo olvidar el temor a la lluvia de hace un año, que hizo demorar su salida 30 minutos. Pero en esta ocasión las puertas de la iglesia se abrieron puntuales con un primer objetivo: superar el incómodo cajón de obra del número 18 de la plaza de los Terceros, que obligó a pasar a los pasos al único son de las palilleras y emprender el regreso por un camino alternativo: las estrecheces de la calle Alhóndiga, a la espalda de Santa Catalina.

la alcachofa. La Cena superó el primer obstáculo, pero todavía le quedaba un reto mayor: ser la primera hermandad que se enfrentara este año al choque de culturas que supone juntar la tradición de la Semana Santa con las obras de los parasoles de la plaza de la Encarnación, más conocidas por los sevillanos como las setas... o las alcachofas, como dijo una mujer al ver al misterio en la plaza. "Esa alcachofa no pega con la Cena", decía, mientras veía los ornamentos de cemento, junto a una inmensa grúa verde que está cada día presidiendo la plaza, pero que en estas fechas tan señaladas por los sevillanos parecía más grande e incómoda.

El debate estaba abierto, otro año más, y no había ni un corrillo en la plaza que no hablara de ello. "No se porqué hacen fotos aquí, con lo feo que es", comentó Carmen a sus compañeros de Domingo de Ramos, su tocaya Mari Carmen y Bernardo, después de ver cómo dos fotógrafos, plasmaban en su objetivo las imágenes talladas hace 25 años por Ortega Bru justo delante de las setas. Bernardo fue un poco más allá y afirmó que "estarían bien en la Expo, pero aquí, en el centro, echa para atrás". "Van a tener que trabajar mucho para compensar esto", expresaron los tres.

Muchos optaron por dejar esta estampa para ir al encuentro de los pasos a una cercana pero abarrotada calle Imagen, sobre todo, en las cercanías del monumento a Santa Ángela de la Cruz. "Es mucho mejor verlo allí en San Pedro", decía Antonio, un joven cofrade, mientras señalaba al horizonte y sin atreverse a ver ni un sólo segundo a las obras.

El debate se zanjó en cuanto apareció en escena el Cristo de la Humildad y Paciencia, que impuso el silencio en toda la plaza Encarnación. Y es que este paso fue el primero que, unos momentos antes, durante su salida, se encargó de dar el primer toque de solemnidad a la Semana de Pasión, en contraste con el jolgorio infantil de los nazarenos de la Borriquita, que estaban a pocas calles de distancia.

Y esa solemnidad vino, en este caso, también de la mano de los niños. La escolanía infantil y la capilla musical María Auxiliadora se encargó, con sus melodías, de dar ese punto de recogimiento, que hizo callar las bocas de los asistentes en los alrededores de la iglesia de los Terceros.

Tras el silencio de Cristo, sólo quedaba por acudir a la cita con los sevillanos la Virgen del Subterráneo, arropado por claveles rosa pálido y la marcha animosa del Maestro Tejera. Hasta en esta talla, atribuida a Astorga, se percibía el sentido homenaje de la hermandad a la figura del ilustre protagonista del Domingo de Ramos: Luis Ortega Bru.

  • 1