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El 15M sigue indignado y apela a transformar la rabia en acción

La convocatoria no logra en Sevilla una movilización masiva como en Madrid o Barcelona, pero mantiene el apoyo social. Las asambleas de los barrios tiran del carro junto a docentes y sanitarios

el 12 may 2013 / 19:27 h.

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Cabecera de la manifestación. Cabecera de la manifestación. El miércoles se cumplen dos años de un estallido social que, de forma espontánea, sacó a miles de españoles a las calles, primero de Madrid y Barcelona y luego del resto de ciudades, para mostrar su indignación contra unos políticos e instituciones que consideraban que no les representaban, y para reclamar una democracia real y participativa así como soluciones al drama social del paro y los desahuicios. Dos años después, los motivos que alumbraron el 15M siguen vigentes y su espíritu también. Pero la batalla es larga y el hastío ha dejado efectivos en el camino que, en Sevilla, las asambleas de barrios del movimiento luchan por recuperar. Y es que, mientras en Madrid o Barcelona el segundo aniversario del 15M volvió a dejar mareas humanas en plazas y calles, la manifestación de Sevilla tuvo un seguimiento más modesto, protagonizado principalmente por las asambleas constituidas en barrios como Alcosa, Cerro-Amate o Triana pero también en municipios como La Rinconada –donde el sábado se produjo la última ocupación de viviendas– o Camas. Se vieron las ya tradicionales camisetas verdes por la Escuela Pública y rojas por la Sanidad Pública pero no de forma coordinada y masiva como en Madrid o Barcelona. También estuvo la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). “Vine la primera vez a lo loco, encontré a mucha gente y me hizo mucha ilusión y hoy veo menos, no sé por qué, porque la indignación es la misma. No sé qué hace falta para que la gente se manifieste”, dice Rocío, no integrada en ninguna asamblea del 15M. Ella aún conserva su empleo pero tiene “un hijo sin futuro, sobrinos que se van fuera, un padre sin la ayuda por dependencia, en fin, como todo el mundo, a todo el mundo le toca”. Pedro y Nieves, trabajadores del sector sanitario, tampoco están adscritos al 15M ni llevan camisetas de la llamada Marea Blanca pero Pedro lleva colgado un cartel casero muy directo que pregunta:“Sin lucha ¿qué tendrás?”. No estuvieron en la primera manifestación hace dos años pero sí en otras, y consideran que el movimiento “es imprescindible, las cosas como se han hecho ya se sabe que no han servido para el beneficio general, así que habrá que hacerlas de forma diferente”. Para Pedro, “la gente no se implica lo que debería, pero ni en esto ni en nada”. “Mucha gente es muy cómoda”, apuntilla Nieves. El 15M sabe que ha perdido su fuerza inicial pero también que la gente sigue indignada. De ahí el lema de la marcha, De la indignación a la rebelión. Escrache al sistema y las llamadas a la participación activa, a la organización para la acción al final en las setas, centro del 15M hace dos años. Previamente, durante el recorrido desde el Palacio de San Telmo, ante la Catedral, se solidarizaron con los trabajadores de la cafetería del aeropuerto del Grupo Abades encerrados en el templo con gritos de “frente al paro, lucha obrera”. Ante las sedes de Bankia y Santander de la Avenida corearon los ya clásicos “tenemos la solución, los banqueros a prisión” y “ahí está la cueva de Alí Babá”. Y delante del Ayuntamiento “que no, que no, que no nos representan”, “esto nos pasa por un gobierno facha” o “Rajoy dimisión”. Precisamente mientras la manifestación pasaba por Plaza Nueva, en la carpa central de la Feria del Libro, que se clausuró ayer, la exdiputada de IU Concha Caballero conversaba con el escritor granadino Luis García Montero sobre su última novela, No me cuentes tu vida, y reflexionaban sobre el sostén social que supone la familia en esta crisis y la necesidad de crear vínculos colectivos e intergeneracionales para “buscar alternativas al discurso neoliberal de sálvese cada uno”. García Montero defendía que “tan peligrosos son los viejos cascarrabias que piensan que los jóvenes son tontos como los jóvenes que no tienen memoria y piensan que los mayores no tienen nada que enseñarles”. Entre los manifestantes, sin saberlo, una madre y su hija siguen su consejo y con paciencia, María intenta responder a las preguntas de Paula, de 6 años: “¿qué significa Justicia Social?”. Paula se quejaba cuando se repetían los lemas porque “eso ya lo han dicho” y su madre le instaba a inventarse uno. Tras pensarlo, espeta orgullosa:“Banqueros ladrones, personas pobres”.

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