Jorge Molina celebra un gol en el Betis-Tenerife. Detrás, los béticos en plena alegría / Foto: Manuel Gómez Condición imprescindible para que un equipo de fútbol ascienda a Primera: ser casi imbatible en su feudo. En realidad es una condición sine qua non para cualquier conjunto que aspire a cualquier meta importante. Y el Betis va camino de satisfacer ese importante requisito. Después de un principio de temporada dubitativo, con derrotas inesperadas como la del Albacete (0-1) y el Alavés (1-2) y un empate (0-0 con Las Palmas) que frustraban cualquier tentativa de continuidad en el triunfo, la llegada de Juan Merino y su posterior relevo por parte de Pepe Mel han permitido a los verdiblancos rectificar y convertir el Villamarín, ahora sí, en un fortín. El Betis ha ganado los cuatro últimos partidos en su estadio. La racha comenzó ante el Mallorca (1-0) y prosiguió frente al Racing (2-0) en la despedida de Merino. Ya con Mel en el banquillo llegó el tercer capítulo, el 3-1 contra el Tenerife, y la serie se cerró provisionalmente el sábado con ese 2-0 sobre el Sabadell. En total, ocho goles a favor y sólo uno en contra, el de Ifrán para el Tenerife. La conclusión es que los béticos han disfrutado de cuatro triunfos consecutivos en su casa y por tanto están viendo cómo su equipo les proporciona por fin una gran alegría después de tres años en los que sólo les dio disgusto tras disgusto en el Villamarín. El dato va más allá de la pasada temporada, en la que el Betis sólo fue capaz de ganar cinco encuentros de los 19 de Liga que disputó en su campo, donde perdió la friolera de once veces. Desde el último ascenso, en las tres campañas que resistió el conjunto verdiblanco en Primera, la mejor marca de victorias seguidas como local no pasa de dos. El balance en esos tres cursos como local es estremecedor: 21 derrotas en 57 choques de Liga en casa. La pasada temporada, por ejemplo, el Betis no empalmó dos triunfos ligueros consecutivos en su presunto feudo. En la 12-13, tan brillante que acabó con la clasificación para la Liga Europa, alcanzó ese mínimo listón tres veces: jornadas 7ª y 9ª (2-0 a la Real Sociedad y 1-0 al Valencia), 25ª y 27ª (3-0 al Málaga y 2-1 a Osasuna) y 35ª y 37ª (1-0 al Celta y 4-0 al Zaragoza). En la 11-12 sólo hubo un par de series: jornadas 3ª y 5ª (1-0 al Mallorca y 4-3 al Zaragoza) y 32ª y 34ª (3-1 al Villarreal y 1-0 a Osasuna). Hay que remontarse al último ascenso, el de la 2010-11 con Pepe Mel también a los mandos, para hallar una coyuntura similar de felicidad en Heliópolis. En aquella ocasión, con aquel Betis arrollador, hubo una serie de seis victorias consecutivas al principio del curso y otra de cinco al final. La mayor empezó en la primera jornada frente al Granada (4-1) y se desarrolló luego ante el Valladolid (2-1), la Ponferradina (3-0), el Girona (2-1), el Rayo Vallecano (4-0) y por último el Xerez (3-1); la racha llegó a su fin frente al Barça B (2-2). Y mucho más tarde, antes y después del ascenso matemático, el Betis se impuso al Cartagena (5-0), al Numancia (4-1), al Tenerife (3-1), al Huesca (3-1) y ya en la última jornada al Villarreal B (2-1). A pesar de su impecable momento, el Betis no es el mejor local del campeonato. Su promedio, con 25 puntos en 11 partidos, es de 2,27 por encuentro. Son más potentes Las Palmas y el Valladolid, ambos con 23 puntos en 10 choques (2,3). En todo caso, los verdiblancos presentan un balance global correcto, aunque han dejado ir 8 puntos de su estadio, todos con Julio Velázquez como entrenador. Durante su mandato, el Betis logró cuatro victorias, cosechó un empate y sufrió dos derrotas en el Villamarín, así que ganó 13 puntos de 21.