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Los campos de la Campiña se regeneran para salvar a las aves esteparias

El Proyecto Life dedica en cuatro años 8,6 millones para salvarlas de la extinción.

el 26 dic 2010 / 18:25 h.

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La avutarda centra buena parte de los trabajos en la Campiña.
Acaba de amanecer en los campos de Osuna, momento ideal para avistar unas aves esquivas a las que no les agradan las visitas. A lo lejos, a vista de prismático se dejan ver los primeros ejemplares de avutarda, aunque José Antonio Cruz, agente de Medio Ambiente desde hace 15 años, 12 de ellos en la Campiña, los distingue entre el rastrojo. "Son siete machos, ¿dónde están las hembras?". Más adelante, en la tierra, se encuentran 10, con el pecho blanco y las plumas pardas que se mimetizan con el terreno donde va naciendo el trigo. Nada más echa a andar el 4x4 alzan el vuelo.


"Te tiene que gustar, si no te aburres todo el día dando vueltas con el coche", explica Cruz, cuya labor consiste en "el seguimiento de las poblaciones, el control de todas las especies que viven en este hábitat, tanto en el suelo como en las lagunas". Y es que ésta es "una de las zonas ornitológicas más ricas de Andalucía por la diversidad del hábitat: estepario, lagunas y pie de sierra, y es paso también de rapaces y de otras aves. Tengo controladas 215 especies de aves que pasan o viven aquí, en una zona sin atractivo paisajístico".

Campos sembrados de cereal de secano, espacios abiertos con arbolado disperso, campos de rastrojos, orillas de lagunas... Éste es el hábitat de la Campiña en el que proliferan las aves esteparias y que en las últimas décadas ha ido desapareciendo para llenarse de olivares y regadíos, con lo que la población de especies como la avutarda, el sisón, el aguilucho cenizo, el alcaraván, la ganga ortega y la canastera está amenazada.

En los próximos cuatro años, desde febrero de 2010 al mismo mes de 2013, el Proyecto Life de Aves Esteparias va a invertir 8,6 millones de euros -56% financiado por la Comisión Europea- para recuperar su hábitat natural en la campiña de Sevilla, en el Alto Guadiato de Córdoba y en las lagunas de Fuente de Piedra y Campillos, con una superficie total de Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de 79.671,71 hectáreas, de las que 35.735 se encuentran entre los términos municipales de Osuna, Écija, Marchena y Lantejuela.

En esta labor es fundamental la implicación de los habitantes y, sobre todo, de los agricultores: "Desde 2003 ya se empezó a colaborar con ellos, y dentro del proyecto Life algunas de las medidas más importantes se centran en sus campos", explica María Jesús Martos, jefa del Departamento de Geo y Biodiversidad de la delegación provincial de Medio Ambiente. Entre estas medidas están la compra de cosechas, para que el productor no recoja los cultivos, fundamentalmente de cereal, y sirvan de alimento a las aves a cambio de un pago compensatorio; la compra de rastrojos, que se cosechan pero no se siegan para producir paja; crear pastizales en fincas que combinen la explotación agrícola y la ganadería; y la adecuación de la cubierta vegetal en los olivares con la siembra de leguminosas y gramíneas. El proyecto incluye también la creación de linderos, charcas bebederos y el desarrollo de una metodología para detectar nidos.

La avutarda centra buena parte de los trabajos en la Campiña sevillana. El proyecto entiende que garantizando su conservación se garantiza también las de otras muchas aves, puesto que necesitan grandes extensiones de terreno para subsistir. En las últimas décadas, su población ha disminuido de los 300 ejemplares a sólo los 120 que hay en la actualidad, con una proporción de cuatro hembras por macho, cifra que debería estar más igualada. La razón es su diferente forma de vida: "Las hembras permanecen en un grupo, excepto cuando tienen un nido, mientras que los machos -el ave más pesada con capacidad de volar, pudiendo alcanzar los 15 kilos de peso- se van, por ejemplo hasta Extremadura, y se agotan cuando ya lo están por el celo, y muchos se quedan en el camino", destaca José Antonio Cruz.

El principal obstáculo que pone en peligro la vida de estas aves "son la colisión con los tendidos eléctricos. Es la mayor causa de mortalidad", destaca Martos, a lo que hay que unir la falta de alimento "De finales de agosto hasta mediados de octubre lo pasan fatal, porque no hay comida en el campo. Pero no se van", señala Cruz. La mayor parte de su dieta es el pasto, el grano sólo supone un 15%, y el resto es planta verde (su favorita es la alfalfa) y los insectos.

Para evitar su desaparición y procurarles el alimento necesario se está trabajando arduamente desde la Consejería de Medio Ambiente y, sobre todo, a pie de campo. Su majestuosidad, sobre todo durante el cortejo, forma parte del patrimonio natural de la Campiña y su conservación bien vale un esfuerzo.

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