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Los chabolistas huidos del Polígono Sur se han triplicado en estos dos meses

El núcleo chabolista que crearon los vecinos del Polígono Sur huidos tras un tiroteo se ha triplicado en dos meses y medio. De 35 chabolas iniciales, una por familia, se ha pasado a 110. Por ahora, la Junta sólo ha diseñado una solución urgente para los niños, que irán a clase por la tarde durante 10 días para ser evaluados.

el 16 sep 2009 / 04:06 h.

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Iria Comesaña / Daniel Cela (Vídeo: Antonio Acedo)

El núcleo chabolista que crearon los vecinos del Polígono Sur huidos tras un tiroteo se ha triplicado en dos meses y medio. De 35 chabolas iniciales, una por familia, se ha pasado a 110. Por ahora, la Junta sólo ha diseñado una solución urgente para los niños, que irán a clase por la tarde durante 10 días para ser evaluados.

El asentamiento ha crecido con chabolas de parientes que no son del Polígono Sur pero que, al ver que las administraciones no intervienen, se han instalado en un intento de acogerse a cualquier solución que den a los chabolistas. Pretenden una vivienda, azuzados por el recuerdo de Los Bermejales, donde algunos recibieron casas y a otros les pagaron por irse, los que recalaron en el Polígono Sur y ahora otra vez en las chabolas. Pero la Policía Adscrita a la Junta, que hace dos años aumentó su labor en el barrio y los conoce, tiene un censo exhaustivo de los que dejaron sus pisos por miedo a represalias tras el tiroteo en el que murió un joven y está controlando quién intenta sumarse.

Entre las posibles soluciones, la Junta ha comenzado por las que atañen a los niños. Educación ha decidido llevarlos al colegio por las tardes, aunque llevan dos meses y medio sin ir a clase, para evaluarlos durante los 10 días que quedan para el fin de curso. Trasladados en autobuses desde sus chabolas y con medidas para garantizar su seguridad, irán a clase cada tarde, cuando no haya otros alumnos. Profesores, trabajadores sociales y voluntarios que los acompañan aprovecharán para ducharlos, darles de merendar y ropa limpia y dejarlos jugar, como ayer.

La consejera de Educación, Mar Moreno, defendió ayer la "excepción" hecha con este centenar de niños alegando que sus familias atraviesan "un problema social complejo" y reiterando que las administraciones trabajan para solucionarlo. De estos menores, 70 eran alumnos del Polígono Sur y la mitad iba a clase con regularidad. Los había sacado del absentismo el esfuerzo de profesores y entidades que trabajan con ellos.

Antes de saber cuántos accederían a subir al autobús que los llevaría al colegio, Moreno dijo que la propuesta era "una solución colectiva a un problema colectivo" y que quien no quisiera sumarse sería tratado como un absentista normal y su situación se analizaría de forma individual. Al final, fueron muy pocos los niños en edad escolar que no acudieron.

Más complicado parece el problema de las viviendas. Una treintena de chabolistas se plantó ayer en el Polígono Sur para pedir explicaciones al Comisionado, que investiga cuántos de sus pisos se compraron legalmente y cuántos no. Al saber que lo más probable es que la labor de la Consejería de Vivienda dure hasta septiembre, lo que los abocará a pasar el verano en las chabolas, hicieron amago de meterse en sus casas por la fuerza rompiendo el precinto policial: "¡A por una machota!", insistía uno.

La decena de furgonetas en las que llegaron fueron seguidas por otros tantos furgones de la Policía. Tras unos minutos de confusión en los que gritaron y golpearon las puertas de sus casas, los agentes los convencieron con gran mano izquierda: "Lo que habéis hecho está bien y va a salir en la prensa, no lo estropeéis haciendo una tontería. Si intentáis entrar vamos a tener que actuar", les explicó con calma un mando. Tras amenazar con cortar carreteras o manifestarse ante el Defensor del Pueblo o el Ayuntamiento, terminaron por volver al descampado. Justo cuando se iban, un grupo de parientes del fallecido en el tiroteo llegaba preguntando qué había pasado. "Eso es lo que había que evitar, porque puede acabar en otro tiroteo", señalaba la Policía.

'¡Quiero ir al coleeeee!' Cinco minutos después de la hora a la que esperaban a sus profesores para ir al colegio, una decena de niños miraban ansiosos al camino de tierra de entrada a sus chabolas, con el cuaderno y los lápices agarrados con fuerza. "No van a venir, ¿verdad?", decía Rocío ansiando que la contradijeran. Un niño arrugaba una hoja de cuaderno en la que había escrito una carta a sus maestros, adornada con dos serpientes "como las que hay por aquí". Margarita preguntaba por una educadora: "Si no viene, yo no me monto en el autobús". Media hora después, cuando llegaron, un centenar de niños salieron corriendo de sus chozas como si hubieran escuchado al flautista de Hamelin.

Las madres tenían miedo -"No nos van a quitar a los niños, ¿verdad?"-, pero los chicos, sin parar de moverse de puro nervio, se amontonaban ya en torno a los profesores, tirando de ellos y pidiéndoles que los llevaran: "¡Yo voy, yo voy, yo voy al coleeeeee!", gritaba uno a su madre. "Pues ponte los zapatos". Los monitores tranquilizaron a los padres y casi todos los críos, unos 70 u 80, acabaron en el autobús, salvo los que eran demasiado pequeños, como Coral, que se quedaron llorando desconsolados. "Cuidao las ganas de cole que tienen los chiquillos, les encanta", decía una madre que ha dejado a los suyos con su hermana para que vayan a clase con sus hijos: "Yo quiero para ellos lo que no he tenido para mí, que no sé leer ni escribir".

Los pequeños fueron contados por los monitores, subidos a los autobuses y llevados a un colegio en el que se ducharon, se cambiaron de ropa, merendaron y se dedicaron "a hacer dibujitos, jugar y estudiar, de todo un poco". A la vuelta, cinco horas después, sabiendo que "hasta el lunes no hay más cole", se quedaron todos juntos en medio de las chabolas, enseñándose unos a otros lo que habían hecho.

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