Ya está puesto en hora. Dentro de unas semanas, aún no se sabe cuántas pero se espera que muy pocas, se reinaugurará el Palacio de San Telmo, por fin restaurado casi cinco años después de empezadas las obras, y los sevillanos podrán entrar a visitarlo contra lo que sucedía hasta la fecha. Si se han pasado últimamente por los alrededores, habrán visto que el rejuvenecido edificio se revela deslumbrante incluso bajo el aguacero de tres meses que soporta la ciudad. Las estatuas de los doce grandes sevillanos (tres de ellos, sin serlo), a quienes se ha concedido el privilegio de mirar eternamente hacia la Giralda desde la balaustrada de este antiguo seminario, también parecen participar de esa misma mocedad, pese a que ya tienen 115 años. ¿Algún paisano sabría decir quienes son los representados?
Si se coloca usted delante de estas figuras, asomadas al costado de San Telmo que da al Hotel Alfonso XIII, verá, de izquierda a derecha, a los siguientes Personajes Ilustres de Sevilla (que así se llama el conjunto): Bartolomé de las Casas, Afán de Ribera, Murillo, Arias Montano, Daoiz, Herrera, Ortiz de Zúñiga, Lope de Rueda, Mañara, Velázquez, Ponce de León y Martínez Montañés (y no Montañez, como reza en la peana). Las hizo, por encargo de los Montpensier, uno de los mejores escultores que ha dado Sevilla: Antonio Susillo. Con ellas se remata este edificio barroco de pórtico churrigueresco (que no viene de churro sino de Churriguera, la familia de arquitectos con gusto por lo recargado) dedicado a San Telmo por ser patrón de navegantes, ya que el edificio fue, en sus orígenes, Escuela de Mareantes. Luego fue residencia ducal y seminario, y hoy es la sede del Gobierno andaluz.
