José Miguel Díaz-Báñez.
Que música y matemáticas conforman un binomio remoto es algo conocido por casi cualquier melómano. Pero que el flamenco, género sentimental donde los haya, pueda ser también abordado desde la disciplina de los números no resulta tan común. En la Universidad de Sevilla, el profesor e investigador José Miguel Díaz-Báñez lleva años enfrascado en la tarea de codificar el arte jondo y extraer conclusiones científicas sobre el arte de Mairena. Ahora ha publicado un trabajo en el que se propone a profesores de matemáticas explicar conceptos específicos recurriendo de manera didáctica al flamenco.
¿Cuándo se planteó la posibilidad de abordar el flamenco desde las matemáticas? En el año 2004 un colega canadiense realizó un estudio sobre los ritmos africanos; los codificó y comenzó a analizar sus propiedades. Él fue quien me sugirió hacer lo propio con el flamenco. Y yo que he sido aficionado y peñero mucho antes que matemático decidí ponerme a la tarea. Hoy, en la Hispalense, tenemos un grupo específico de estudio, existe un máster especializado y se realizan congresos sobre la materia.
Pero codificar el flamenco es complejo. Es una música muy poco dada a ser plasmada en partituras convencionales... Esa es la mayor dificultad de nuestro proyecto. Pero cualquier objeto que se desee estudiar hay que ponerlo sobre el papel para conseguir explicarlo. De todos modos fue Pitágoras quien sentó las bases del lenguaje musical y, por fortuna, esta música también puede pasarse a partitura. No es tan refractaria a la ciencia y la tecnología como parece.
¿Qué interés han mostrado los artistas en lo que plantea? El artista flamenco ya tiene suficiente tarea en dar el máximo sobre el escenario y luego poder cobrar. Ellos nos ven, en su mayoría, con cierta indiferencia.Pero saben que lo que hacemos ayuda a dignificar su trabajo, lo reviste de más seriedad. Los cantaores de antes estudiaban poco, los de ahora en cambio no tienen nada que ver con aquellos. Ellos son quienes entienden que nuestras investigaciones les convienen mercantilmente. Con todo, con nuestro equipo colaboran músicos flamencos profesionales.
¿Entonces, más allá de la academia, quién es el receptor natural de sus investigaciones? Nuestros estudios interesan al aficionado con mayúsculas, a quien tiene respeto por esta música. El gran problema del flamenco son los inmensos tópicos que siguen pesando sobre él como una losa. El público en general y me refiero fundamentalmente al de fuera de Andalucía ha tardado mucho en acercarse a esta música justamente por esa inmensidad de falsedades y tonterías que se relacionan con lo jondo.
¿Como por ejemplo? Se dice que para disfrutar del flamenco no hay que estudiarlo, o que cuando entra el análisis sale el sentimiento. Luego está la flamencología, que no ha ayudado nada con conceptos dañinos como pellizco o duende.
El compositor griego Iannis Xenakis compuso el siglo pasado obras basándose en modelos matemáticos. ¿Se podría escribir una bulería a partir de, pongamos por caso, algoritmos? ¡Claro que se podría! En los últimos 20 años se han escrito muchas piezas para el baile. Pero el flamenco se formó en el primer cuarto del sigloXX y desde entonces apenas ha evolucionado. Nadie ha propuesto nada nuevo. Usando las matemáticas se podría componer, sí. No se pueden poner puertas a la creatividad. Sin embargo, para ser flamenco, tan importante como el conocimiento es también el entender la cultura a la que pertenece, no hay que olvidar que hablamos de música que proviene de la tradición oral.
Recientemente ha publicado un estudio en el que propone a los profesores explicar matemáticas con ejemplos flamencos. Sí. Por ejemplo, para introducir el concepto de permutación se puede recurrir a ciertos ritmos flamenco. Área o función son otros términos que podrían entenderse más fácilmente si los docentes recurren a la música. Ojalá lo utilicen muchos profesores. Hay que reivindicar las matemáticas.