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«Los dueños de la marca España todavía la usan a su antojo»

El poeta y periodista Juan José Téllez relee A una España joven, un poema de resonancias noventayochistas que habla de los males eternos de nuestro país.

el 10 feb 2014 / 23:00 h.

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tellezHan pasado casi cien años desde aquel enero de 1915 en que Antonio Machado escribiera su poema A una España joven, y sin embargo la angustia y la decepción que transpiran sus versos hace que parezcan escritos hoy mismo. Entonces el poeta sevillano participaba de la desazón noventayochista, el estado de depresión generalizada que sucedió a la pérdida por parte de España de las últimas colonias de ultramar. Hoy es la crisis económica, la desesperanza y la dificultad por parte de la ciudadanía para transformar las cosas lo que da un nuevo sentido a sus palabras. Por esta razón el poeta y periodista Juan José Téllez, gaditano de Algeciras afincado en Sevilla, ha escogido A una España joven como uno de los poemas más actuales de Machado. «Lo que me resulta más pintoresco es que la España que describe don Antonio, vencida por el 98 y que será zarandeada después por la Depresión del 29, sea tan parecida a la España de un siglo más tarde. Una España que siguen utilizando a su antojo quienes se creen propietarios de su marca, esos que invocan su nombre como una especie de mantra, a menudo contra los propios españoles», explica. Este poema vio la luz por primera vez en el primer número de la revista España. Semanario de la Vida Nacional, creada por José Ortega y Gasset, en concreto el 29 de enero de 1915. Son los años de Antonio Machado en Baeza, donde vivió con su madre y enseñó Gramática francesa en el instituto de bachillerato de esta hermosa ciudad jiennense; años, también, de inquietudes patrióticas que quedan plasmadas en los versos casi como un encendido manifiesto. De ahí los lúgubres presagios que se adivinaban en el horizonte mientras las ínfulas imperiales empezaban a desvanecerse. También trasluce en el texto un evidente aliento regeneracionista, aquel movimiento encabezado porJoaquín Costa que enarboló como lema aquel rotundo Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid. De una época similar y de análogas intenciones es otro poema de Machado, España en paz, donde a las preocupaciones nacionales suma el sevillano el rechazo a la abominación que se cierne sobre Europa, la tragedia de la Primera Guerra Mundial: «¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,/ odiada por las madres, las almas entigrece;/ mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?/ ¿Quién segará la espiga que junio amarillece?», escribiría, sin poder concebir que apenas dos décadas después una despiadada contienda fraticida. «¿Y bien? El mundo en guerra y en paz España sola./ ¡Salud, oh buen Quijano! Por si este gesto es tuyo,/ yo te saludo. ¡Salve! Salud, paz española,/ si no eres paz cobarde, sino desdén y orgullo». Según Téllez, «a diferencia de la generación de Antonio Machado, ni siquiera nos asiste ya la nostalgia del pasado, porque, con el poeta sevillano, también sabemos que fue huero, y que las pompas imperiales de antaño solo ocultaban un saqueo sistemático tanto de los habitantes de la Península como de los españoles de la otra orilla del Atlántico», explica el algecireño, quien recientemente ha publicado un nuevo libro de relatos, Profundo Sur, y acaba de reunir sus textos sobre Gibraltar y sus habitantes en el monumental volumen Yanitos, editado por el Centro de Estudios Andaluces. Para Juan José Téllez, la figura de Antonio Machado es esencial no solo para comprender la evolución de la poesía española en el siglo XX, sino también para poder compartir la sensibilidad de una época que no parece haber periclitado, ni mucho menos. Con buen humor, en un artículo reciente, el periodista se preguntaba si la nueva Ley de Protección de Seguridad Ciudadana o Ley Fernández, por la cual se establecen multas de hasta 30.000 euros «por ofender a España», no castigaría sin vacilar al autor de Campos de Castilla por llamarla cosas como «pobre, escuálida y beoda», o por rechazar su obstinada reducción a país «de charanga y pandereta». Pero ni el Ministro del Interior ni nadie pueden impedir que Machado siga siendo una lectura imprescindible en las aulas, en las bibliotecas y en las mesitas de noche de todo el orbe hispánico. «Los primeros libros de poemas que leí fueron de Gustavo Adolfo Bécquer, de Antonio Machado y de Blas de Otero. A los dos últimos les asistía una misma utopía española, derrotada en tiempos diferentes. Ahora ni siquiera damos la batalla para que nuestra España profunda no nos la usurpen quienes siempre la tuvieron como propiedad privada», apostilla Téllez. EL POEMA ELEGIDO POR JUAN JOSÉ TÉLLEZ A una España joven ... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda, la malherida España, de Carnaval vestida nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda, para que no acertara la mano con la herida. Fue ayer; éramos casi adolescentes; era con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios, cuando montar quisimos en pelo una quimera, mientras la mar dormía ahíta de naufragios. Dejamos en el puerto la sórdida galera, y en una nave de oro nos plugo navegar hacia los altos mares, sin aguardar ribera, lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.   Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño –herencia de un siglo que vencido sin gloria se alejaba– un alba entrar quería; con nuestra turbulencia la luz de las divinas ideas batallaba.   Mas cada cual el rumbo siguió de su locura; agilitó su brazo, acreditó su brío; dejó como un espejo bruñida su armadura y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío".   Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda, con sucios oropeles de Carnaval vestida aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda; mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.   Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre la voluntad te llega, irás a tu aventura despierta y transparente a la divina lumbre: como el diamante clara, como el diamante pura.

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