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Economía

Los envases de aceituna de los ‘súper’ deberán concretar qué variedad venden

El campo sevillano gana otra batalla a la industria tras aceptar el Ministerio de Agricultura que detallar los tipos sea obligatorio y no opcional como ahora.

el 07 abr 2014 / 23:45 h.

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aceitunasokLos envases de aceituna de mesa pueden o no especificar qué variedad de olivas contienen. Se trata de una opción de la empresa detallar o no si sus olivas son manzanilla, gordal, hojiblanca, verdial, lechín, picual, aloreña o carrasqueña, y la mayoría precisamente opta por el no, aprovechándose del desconocimiento entre los consumidores, que es generalizado. Pero tal alternativa dejará de existir, al menos en España, para convertirse en obligatoriedad. En efecto, el Ministerio de Agricultura ha atendido la petición de la Interprofesional de la Aceituna de Mesa, tras una larga demanda de las organizaciones agrarias sevillanas y un sí a regañadientes de la industria envasadora, para que las etiquetas de tarros de cristal, latas o plásticos indiquen qué tipo de aceitunas es la que se comercializa. Tras ese visto bueno, sólo quedaría cambiar su reglamentación técnico sanitaria, trámite que depende del Ministerio de la Presidencia y apenas consistiría en modificar uno de sus artículos. Junto con la exigencia de concretar si son olivas verdes, negras naturales o negras por oxidación y, en su caso, si son troceadas o en rodajas para diferenciarlas de las enteras y rellenas, la normativa estatal deberá indicar: colóquese también la variedad. ¿Para cuándo? No hay fecha pero José Vázquez, técnico de la patronal agraria Asaja de Sevilla, confía en que pueda entrar en vigor para la próxima campaña del verdeo (de la recolección), que tradicionalmente arranca a mediados de septiembre en los olivares de cosecha más tempranera del Aljarafe. «Se imprime así transparencia, al tiempo que redunda en la calidad de la producción comercializada y mejora la promoción», comenta Vázquez. «Aceitunas hay muchas y no es justo que todas ellas se vendan como iguales. Los esfuerzos que realizamos por la calidad deben ser reconocidos y los consumidores deben saber qué están comprando». De hecho, tan sólo en las provincias aceituneras –Sevilla es la mayor– aflora cierta cultura sobre el producto, aunque escasa al concebirse para el picoteo. Ni sabe ni cuesta lo mismo la gordal que la manzanilla o la hojiblanca, como tampoco ocurre cuando hablamos del virgen extra, el virgen o el aceite de oliva normal. Pero hay más. El incumplimiento en el etiquetado llevará aparejado –por lógica– una sanción para la empresa envasadora. Y aquí tendrán que guardar especiales miras quienes trabajan para las marcas blancas (las etiquetas propias de las cadenas de hipermercados y supermercados). Por si la simple vista no fuera suficiente –por ejemplo, la gordal y la manzanilla se distinguen a leguas–, el posible fraude puede ser combatido con métodos científicos: la propia Interprofesional –organización que agrupa a los agricultores e industriales– ha validado un sistema de identificación varietal a través del ADN. Esta iniciativa del sector aceitunero se une al trámite ya iniciado ante la Consejería andaluza de Agricultura y Pesca para asignar a la gordal y manzanilla de Sevilla una Denominación de Origen o una Indicación Geográfica Protegida (IGP). No en vano, siendo la mayor productora y envasadora mundial, esta provincia carece de un sello de calidad. Para conseguirlo, existe una alianza de las organizaciones agrarias y de una parte de la industria, en concreto las cooperativas entamadoras (hacen la primera fase del proceso industrial, hasta la salmuera y almacenamiento) y envasadoras. Eso sí, las grandes empresas se resisten, al ver coartadas sus posibilidades de importar producción de terceros países. La tramitación es lenta. Primero la Junta de Andalucía, después el Gobierno central y, por último, la bendición de la Comisión Europea, que tiene la última palabra. Será más fácil la IGP que la Denominación de Origen. «En cualquier caso, dará prestigio a nuestra calidad», sentencia Vázquez. CLAVES. La primera batalla ganada por los productores de aceituna de mesa de Sevilla fue la gestación de una interprofesional para aglutinar a los sectores agrícola, industrial y exportador, que a duras penas surgió por las reticencias de las mayores compañías envasadoras. Su labor ha contribuido a menguar las tensiones entre campo e industria y a incrementar la promoción de un producto vital para la Sevilla agroalimentaria. La unión agraria desmuestra aquí su poder, que tiene su inmediato precedente en la prohibición de las aceiteras rellenables en bares, cafeterías y restaurantes, una demanda histórica del campo que entraba en colisión con los empresarios hosteleros. Sus beneficios ya se notan: más compras de aceite envasado, como se constata en la comarca de Estepa. Siendo Sevilla la principal provincia aceitunera del mundo –por producción y por radicar aquí las envasadoras de más renombre–, llamaba la atención el hecho de que no contara con ninguna denominación geográfica. A las envasadoras no les interesaba al condicionar sus compras en origen y dificultar su comercialización. Por ejemplo, la aceituna Aloreña de Málaga tiene su sello de calidad y hasta Baleares el suyo (Aceitunas de Mallorca), ambas como Denominación de Origen Protegida (DOP). En Sevilla serviría para identificar las dos variedades principales frente a la hojiblanca, que se destina a aceituna de mesa o a aceite de oliva en función de los precios de la campaña. En el caso de Sevilla, la Indicación Geográfica Protegida (IGP) sería más factible que la DOP por los rellenos de las aceitunas (anchoas, jamón, pimiento, etcétera).

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