La campaña de las europeas entra en su recta final con cinco días en los que se reeditarán las broncas virulentas de los dos grandes partidos políticos de este país en torno a asuntos como el uso de los aviones militares o las acusaciones sobre supuestos casos de corrupción de unos y otros. A estas alturas nadie se sorprenderá de que la confrontación electoral se haya ceñido al ámbito nacional en una especie de segunda vuelta de las elecciones nacionales del pasado año. Pero el que se asuma no resta un ápice de crítica al hecho de que el debate europeo se haya borrado de una manera tan escandalosa del escenario público. Los españoles, y en especial los andaluces, nos jugamos buena parte de la gestión de nuestra vida cotidiana en los despachos de Bruselas. Y por eso nuestros políticos están obligados a debatir sobre lo que se puede decidir en ese Parlamento. Si no lo hacen, nos defraudarán a todos.
